Cuidada adaptación de la novela de Cormac McCarthy, sobre la odisea de supervivencia de un padre y un hijo en un futuro no demasiado remoto, en medio de un cuadro postapocalíptico. “Se trataba de reflejar una relación muy íntima y muy intensa entre un padre y un hijo en una situación desesperante”, aclara el australiano John Hillcoat. El libro original se basó en la propia experiencia de McCarthy con su hijo. Se filmó en condiciones climáticas muy duras, con exteriores en Luisiana, castigada por el huracán Katrina, las minas abandonadas de Pensilvania y el Mount St. Helens, sitio donde una montaña voló en pedazos. Todas locaciones en las que ocurrieron reales catástrofes.
La película tiene pocas líneas de diálogo, porque de lo que se trata es de sobrevivir. No es un film espectacular en la línea de los que suele dirigir Roland Emmerich, pero había que darle al espectador la imagen de un mundo en el ocaso, donde la luz del sol puede extinguirse, con las consecuencias que produce esta atmósfera final en los sobrevivientes. Viggo Mortensen demostró en “Una historia violenta” y “Promesas del Este”, que es un actor de intensidad contenida. Su economía de recursos, indican que la procesión va por dentro. Esa carretera del título parece indicar que hay que seguir andando, aun sin saber qué habrá al final del camino. Da la impresión de que importan más los efectos que las causas. Sabemos poco del pasado de los personajes, pero lo suficiente saber lo que han venido padeciendo y lo que les falta aún. El niño Kodi Smith-McPhee, una verdadera sorpresa.