Camino a la Perdición
Cuando el hombre y su hijo emprendieron su travesía en este mundo devastado, no tenían un objetivo concreto. Está bien que tienen como meta llegar lo más al sur posible, persiguiendo una esperanza incierta de encontrar la salvación al alcanzar el mar, pero no deja de ser una simple excusa para seguir adelante, para no sucumbir. Y es que en este mundo devastado, que año a año va muriendo un poco más, donde ya no hay prácticamente animales y es imposible cultivar cualquier tipo de alimento, encontrar esa fuerza para seguir, ese “fuego interior” como lo describiría el padre, es en esta realidad la diferencia entre la vida y la muerte.
Es en este punto en el que la relación entre este padre y su hijo da los mayores frutos, y es por esta razón que La Carretera, basada en la novela homónima de Cormac McCarthy (ganadora del premio Pulitzer en 2007) nos transporta a una de las mejores representaciones de un futuro post-apocalíptico de los últimos años.
Realizada con un presupuesto de apenas 25 millones de dólares, el director John Hillcoat (Propuesta de Muerte -The Proposition-, 2007) nos lleva a realizar este viaje en el cual, más allá de que por momentos se sientan un poco largas las casi dos horas de duración, vivimos en carne propia la desesperación del hambre, la imposibilidad de bajar la guardia y la progresiva pérdida de la humanidad que va generando lentamente este ambiente hostil.
Todo esto de la mano de dos guías encarnados magníficamente por Viggo Mortensen como el padre y Kodi Smit-McPhee (protagonista de la próxima remake norteamericana de Déjame Entrar) como el hijo. La relación entre ellos va creciendo y se va profundizando de tal manera que, al contrario de lo que sucede con otros films del género, el contexto en sí pasa a un segundo plano frente a las emociones que viven sus protagonistas.
Viggo Mortensen y Kodi Smit-McPhee como padre e hijo
Viggo Mortensen y Kodi Smit-McPhee como padre e hijo
El padre, duro y protector, va perdiendo su humanidad a cada paso, atormentado por un pasado que añora pero sabe que jamás volverá. Un pasado que al mismo tiempo lo transforma por momentos en un extraño frente a su hijo, un ser de otro mundo que el pequeño jamás conoció. Este último, de una enorme fragilidad y una fuerte inocencia, vive de la única forma que conoce esta vida que lo tocó, lo cual provoca un contraste y un distanciamiento entre ellos, en los cuales ambos se ven como extraños, sin poder comprender la actitud del otro. Sin embargo, es en estas circunstancias en que la realidad, ese contexto desolador con caníbales, cansancio y soledad, entra en escena para mostrarlos como dos caras de la misma moneda, unidos por el mismo propósito de no abandonar al otro, de seguir hasta el último aliento.
Y nosotros avanzamos con ellos. A cada momento el film va mostrando, con una cámara predominantemente fija y un contraste de planos abiertos y cerrados, una reconstrucción de ese mundo que, sin grandes efectos, resulta abrumadoramente crudo y real. Es posible sufrir el frío y sentir el olor, el paisaje está casi al alcance de la mano, como si pudiéramos introducirnos en él con solo atravesar la pantalla. Por momentos te quita la respiración y genera incomodidad, ganas de alejarse de ese paraje desolador.
Mortensen, Hillcoat y el pequeño que protagonizará la remake the "Let the right one in"
Mortensen, Hillcoat y el pequeño que protagonizará la remake the "Let the right one in"
Por supuesto que estos dos viajeros no están solos. Distintos individuos van cruzándose en su camino (un Robert Duvall irreconocible es el punto más alto) algunos con buenas intenciones, otros con malas, pero todos sobrevivientes de otro mundo, de otra realidad, resignados a morir en la desesperanza.
Y es en estos momentos donde este padre y su hijo ponen más en crisis sus dos realidades, donde más se manifiesta su forma distinta de ver el mundo, uno con ojos de otra época, otro con ojos que no conocen otra cosa. Y es así como esta relación va creciendo, va cambiando y va evolucionando, pero por sobre todas las cosas nos va guiando en este universo en el que les tocó vivir, donde una mosca puede ser la cena, una bala la luz de la esperanza y la muerte, tal vez, la única salvación posible.