Un padre y un hijo, juntos contra el Apocalipsis Now
Para empezar, una advertencia: aquellos que busquen en La carretera, adaptación fílmica de la célebre novela de Cormac McCarthy, un equivalente cinematográfico de la audaz y contundente poética de la obra original estarán alimentando una segura e innecesaria decepción. En este sentido, cabe advertir que los hallazgos de la película se sitúan lejos de su escritura. No en vano, su guión, obra del televisivo Joe Penhall, responde a un elemental principio de literalidad. Sin embargo, un análisis más detallado del trabajo de dirección llevado a cabo por el australiano John Hillcoat (director del western Propuesta de muerte / The Proposition) permite destilar los interesantes logros de este elegíaco film.
Así, con pulso firme y esquivando hábilmente la tentación del sentimentalismo, Hillcoat abraza con naturalidad la iconografía genérica que ponía en juego la novela de McCarthy: el escenario fantástico de un mundo post-apocalíptico, el aroma a western del relato crepuscular, el terror que asoma cuando el ser humano revela su más salvaje animalidad (una pesadilla hobbesiana habitada por aprendices de zombi) y, en el corazón de la propuesta, el drama de un padre sumido en el desesperado intento por garantizar la supervivencia de su hijo.
Un majestuoso Viggo Mortensen, que exhibe aquí su perfil más instintivo y melancólico (combinando lo mejor de sus trabajos para Peter Jackson y David Cronenberg), da vida a este padre que lucha por sostener el bastión moral que da sentido a la relación (de amor y respeto) que le une a su hijo.
Privilegiando la acción, en detrimento de la meditación, Hillcoat aprovecha cada giro argumental para tensionar la narración y mantener en vilo al espectador, desgranando los múltiples niveles de lectura de la obra literaria (su dimensión social, filosófica, ecologista…). Como ejemplo, resulta interesante observar el modo en que el director pone en escena el ambivalente tratamiento de la religiosidad en la obra de McCarthy.
Si por un lado resulta evidente que las atrocidades que rodean a los personajes (el canibalismo por encima de todas) parecen negar la existencia de Dios, la película no deja de apelar a la iconografía cristiana, de las cruces de las iglesias a la recreación de la Pietà que forma el abrazo entre padre e hijo.
Comentario aparte merecen el extraordinario diseño artístico del film y las magníficas interpretaciones de los secundarios: de los irreconocibles Robert Duvall y Guy Pierce, a la sobria Charlize Theron, pasando por el siempre entonado Michael K. Williams (el Omar Little de The Wire). Mientras, en el bando de las debilidades, resulta inevitable advertir el uso excesivamente enfático de la banda sonora de Nick Cave y Warren Ellis, así como un cierto abuso del flashback. Finalmente, La carretera termina imponiéndose como una película que, consciente de sus limitaciones, sabe sacar el máximo partido de sus virtudes.
(El presente texto es una extensión de lo escrito por el autor a raíz de la visión de la película en el Festival de Venecia de 2009).