Imaginemos, como lo hizo Cormac Mc Carthy en su novela homónima, un mundo destruído donde no se tiene ya qué comer ni qué beber, donde por ende unos se comen a otros, no existe ley alguna y para colmo se tiene a cuestas a un hijo púber cuya ingenuidad y pureza nos preocupa sobremanera en un mundo semejante. A tal punto vemos negro el futuro, que la única arma con la que contamos la acarreamos no sólo como defensa sino en un mientras tanto juntamos fuerzas para darle un tiro al niño y otro a nosotros.
Así se planta The Road, un film extremadamente crudo donde se nos cuenta netamente un drama. La relación de un padre con su hijo en un mundo demasiado hostil. Su desesperación por hacer crecer al niño de golpe para los tiempos en que él no esté contrastan- como genialmente expresara en su artículo mi amigo Damian (léanla no tiene desperdicio)- con aquel padre de La vida es bella. Aquí un estupendo Viggo Mortenssen no hace más que querer hacer de su niño un hombre que pueda defenderse, que no confíe en nadie porque los malos son muchos y los buenos como ellos, demasiado pocos. Su tarea no es nada fácil porque su hijo, Kodi Smit-McPhee, pese a todas las barbaridades con las que se cruzan en esta carretera no puede contra su congénita bondad, no puede voltear su rostro ante un viejo decrépito y hambriento- un Duvall inmensamente irreconocible- ni dejar desnudo al hombre asustado que su padre ha perseguido para rescatar todo lo poco que tenían y les había robado.
Con sus tonalidades grises, sus paisajes desiertos y fríos y con un maquillaje excelente que esconde a más de una figura que si no fuera por los créditos ni sabríamos que están en el film (como Guy Pearce! por ejemplo), La carretera es una película que va más allá de lo que aparenta. A no quedarse en las formas!, Hillcoat- o más bien Mc Carthy?- nos conduce por la pesadilla más terrible de cualquier padre: cómo sobrellevar la impotencia de saber que no se puede proteger de este mundo a nuestros hijos?; y eso es sólo la punta del inmenso iceberg pues la contraposición entre las actitudes del padre y las del hijo, la falta total de identidades en todos y cada uno de los personajes- salvo por el viejo al que se presenta como Ely- todas esas generalidades engloban una gran metáfora sobre, por qué no?, el mundo en que vivimos hoy.
Como espectadora no pude dejar de sentirme angustiada y horrorizada al ponerme en la piel de los protagonistas. Y lo que muchos le machacaron con respecto a la lentitud del relato, en este caso donde el tema pasa por la relación de dos personas en aras de la supervivencia, me pareció más que acertada pues además no faltan los momentos de tensión aunque no de acción en sí.
Todo lo cual, una vez compenetrado el espectador en el horror de la historia y en la piel del padre, sus razonamientos y sus porqués, no puede menos que saber a desdicha el final, quizá un poco dulce para lo que la historia plantea; si de optimismo hablamos podría haberse planteado más encubiertamente quizá.
Un film recomendable, que invita a leer el libro.