Grandes actrices para un terror pobre y rebuscado
La película arranca con un prólogo muy poco estimulante no tanto por lo que cuenta (una chica que asesina a sangre fría a sus padres) sino por cómo lo hace (pura pirotécnica visual, una suerte de demo de lo que puede hacerse con un nuevo software de efectos visuales + edición hiperquinética).
Por suerte, tras esa introducción, el director Mark Tonderai decide parar un poco la pelota y apela a una narración que -sin ser particularmente brillante- al menos apuesta por cierto clasicismo dentro del género de terror. Madre (Elisabeth Shue) e hija adolescente (Jennifer Lawrence) se instalan en una hermosa construcción en medio de un bosque que consiguieron a un alquiler ridículamente bajo. Ellas, claro, son recién llegadas al lugar y no saben que en la casa de al lado a la que alude el título se produjo el crimen que se expone en los primeros minutos.
En la casona de la tragedia sigue instalado el hijo de la familia (Max Thieriot), un atractivo rubio que es despreciado por la comunidad (que quiere demoler la vivienda y mejorar la valuación inmobiliaria de la zona), pero que pronto despertará la curiosidad (y algo más) de la joven recién llegada. Hasta bien pasada la mitad del film, la historia transcurre por carriles bastante dignos (conflicto madre-hija, típicas situaciones de colegio secundario, atisbos de horror en el bosque y en la casa), pero en la media hora final todo se derrumba cual castillo de naipes. Otra vez el imperio de las vueltas de tuerca, los golpes de efecto (y los golpes bajos), las sorpresas que no sorprenden, los personajes que no son lo que parecían, los traumas psicológicos pintados con brocha gorda. En definitiva, la manipulación y la arbitrariedad en todo su esplendor.
Si el resultado final es poco convincente, lo más triste del caso es que en los papeles principales están dos talentosas (y hermosas) actrices, de esas que están muy por encima del material que les toca en suerte (en desgracia). Ellas logran hacer dignas escenas muy poco inspiradas, pero no por eso se las debe indultar. Son las propias actrices (o sus agentes que las aconsejan mal) quienes elijen guiones tan poco lucidos.
Jennifer Lawrence, probablemente una de las actrices jóvenes con más futuro, sale medianamente airosa del entuerto, pero es triste apreciar cómo Tonderai está más atento a encuadrar el generoso escote de su musculosa blanca que en sacar provecho de su expresividad y carisma. OK, puede que al público adolescente en plena explosión hormonal le interesen más sus curvas, pero en su más que promisoria carrera, este es sin dudas un paso en falso. O, peor, un paso atrás.