Los adultos siempre tienen razón
“¿Por qué te pensás que podemos darnos el lujo de alquilar esta casa?”, le dice la madre a su hija adolescente, no bien la chica se baja del auto y descubre que se trata casi de una mansión, con enormes ventanales con vista a un bosque del tamaño de un parque nacional. Claro, el truco está en que detrás de esos árboles hay otra casa –vieja, sucia, venida a menos– en donde hace unos años se perpetró un crimen horrible. Y nadie, salvo Sarah (Elizabeth Shue) y su hija Elissa (Jennifer Lawrence), aceptaba mudarse al vecindario. El vivo de la inmobiliaria había asegurado, por supuesto, que ese lote estaba vacío. Pero el primer sobresalto para Sarah llega cuando a las tres de la madrugada descubre una luz en la ventana de enfrente...
Pensada para un público adolescente, siempre adepto al cine de terror, pero en este caso capaz también de seguir a su protagonista, Jennifer Lawrence, que venía del éxito de Los juegos del hambre, La casa de al lado es rutina pura. Hay demasiadas fórmulas y poca coherencia en un guión que avanza por un lado para desviarse inmediatamente para otro, sin demasiado rumbo ni concierto. El muchacho tímido, introvertido que habita esa casa de al lado parece haber tomado como modelo a Anthony Perkins en Psicosis, sólo que es un teenager y en vez de tener escondida en el altillo a su madre guarda en el sótano a la que se supone es su hermana.
Y aunque los vecinos de la zona este detalle no lo saben, tienen todo tipo de prejuicios respecto del muchacho: los adultos le temen o lo ignoran, mientras sus hijos, aquellos que deberían ser sus amigos o compañeros, lo desprecian y se burlan de él. La dulce Elissa, tan rebelde ella, decide sin embargo hacer lo contrario: interesarse por esa figura huidiza, visitarlo incluso, y hasta enamorarse, por qué no. Un poco de peligro siempre hace interesante una relación.
El problema con la película dirigida sin entusiasmo alguno por Mark Tonderai es que confirma todos y cada uno de los prejuicios de padres y vecinos, con lo cual hace de La casa de al lado un ejemplo inmejorable de cine reaccionario. El mejor cine de terror siempre fue aquel capaz de subvertir el orden establecido, de socavar los cimientos de la razón y del sentido común. Y House at the End of the Street no hace sino enarbolarlos, como si fuera un mérito. En todo caso, los únicos que tiene la película son sus dos actrices principales, Elizabeth Shue, que alguna vez supo ser nominada al Oscar (por Adiós a Las Vegas, 1995), y sobre todo Jennifer Lawrence. La chica de Lazos de sangre (que también le valió una candidatura al Oscar, en el 2010) demuestra que a fuerza de personalidad y carisma es capaz de sostener una película insostenible, pero si no elige mejor los proyectos en los que se embarca va a terminar quemando su carrera más rápido que un fósforo.