La masacre al cine de terror
El género de terror es uno de los más explotados en la industria del cine, no hay nada de nuevo en esta afirmación, sin embargo la novedad es la realización de una serie de tramas donde poco importa la historia, narrativa o al menos el desarrollo de los personajes, todos tienden a generar una reacción inmediata mediante un giro de cámara repentino, algún efecto de computadora o una banda sonora. En definitiva, este tipo de films no genera absolutamente nada.
Es el caso de La casa de las masacres (Axe Murder of Villisca, 2017), que dirige Tony E. Valenzuela. La historia arranca durante una noche de junio de 1912, en la cual ocho personas -entre ellas una madre, un padre, sus cuatro hijos y dos invitadas- fueron asesinadas a hachazos por un psicópata en la pequeña ciudad de Villisca, Iowa. Un caso que al día de hoy está aún sin resolver y tres jóvenes en la típica búsqueda de fama y dinero a través de la viralización de videos irán a investigar qué es lo que ocurrió en dicho lugar.
Una premisa poco atractiva para ver, saturada de cliché del cine de terror que de muy mala manera trata de abordar varios ítems que se pueden presentar: lo paranormal, que por los pobres efectos especiales con que cuenta el director no ayuda para nada en la credibilidad de los hechos, los típicos chicos rebeldes que tienen problemas personales y tratan de olvidarse de ello consiguiendo fama o dinero, algo que realmente no se llega a desarrollar de buena manera debido a que tardan tanto en la presentación y aparición de personajes irrelevantes que olvidan contar sus motivaciones, y el porqué de cada reacción.
"Las películas de terror son como un campo de entrenamiento para la mente” así lo afirmó una vez el mítico director Wes Craven, quien era un especialista en esta materia y sabía muy bien cómo generar un impacto en el espectador. Esta es la frase que tal vez los realizadores contemporáneos deberían tratar de aplicar a sus películas y no intentar hacer un gran laberinto sin sentido para la mente.