El asesinato de la familia Moore ocurrido en 1912 en Villisca, Iowa, es uno de crímenes sin resolver más famosos de los Estados Unidos.
Una noche un psicópata asesinó a un matrimonio, sus dos hijos y dos niñas que tenían como invitadas en la casa.
Aunque en la investigación de los hechos hubo varios sospechosos, inclusive miembros directos de la familia, todos fueron absueltos porque la policía jamás pudo encontrar pruebas concretas que vincularan a esas personas con los crímenes.
Desde entonces el caso se convirtió en una historia de culto para los aficionados a estas temáticas y en la casa donde sucedieron los hechos actualmente se ofrecen guías turísticas. Inclusive por 200 dólares los morbosos pueden quedarse a dormir una noche en las habitaciones donde decapitaron a los Moore.
La película del director Tony Valenzuela que se relaciona con esta historia real es una película clase B que intenta darle una explicación sobrenatural a los crímenes.
La trama presenta a los clásicos adolescentes estúpidos que generan que el espectador simpatice con los villanos por las acciones que emprenden.
El film apena aborda los hechos reales, que es el único momento en que el conflicto se vuelve interesante, y el foco de atención está puesto en una amenaza de origen fantástico.
La película es bastante correcta en la parte técnica pero Valenzuela no hace nada por convertir esta propuesta en una obra de terror. Sus recursos para generar situaciones de tensión son un despliegue de clichés que vimos en cientos de películas sobre fantasmas y por eso su labor resulta fallida.
Tal vez para aquellos espectadores más jóvenes que recién empiezan a ver películas de terror esto pueda resultar un poco más entretenido, pero para el resto es otra película olvidable de terror que no aporta nada interesante.