La casa de las masacres

Crítica de Matías Gelpi - Fancinema

LA CASA DE LA VERGÜENZA

La casa de las masacres es un cruce entre la tradición y las tendencias actuales: la vieja tradición norteamericana de convertir en monumentos las casas donde ocurrieron asesinatos brutales o supuestos hechos sobrenaturales, para luego hacer películas sobre aquello; y la tendencia moderna de destripar a fondo el filo inagotable que ofrece el cine de terror, haciendo películas baratas en el peor de los sentidos; es decir: berretas, sin alma, mal actuadas, pésimamente editadas y lo peor de todo, poco interesantes y aburridas.

La película de Valenzuela cuenta la historia de dos chicos y una chica con conflictos genéricos y un poco absurdos. Uno de ellos es gay y ama al otro (hétero) en secreto, el otro se quiere ir del pueblo porque huye de un confuso pasado como ladrón de tiendas, y a la chica todos la odian en la escuela porque cogió con uno que la filmó y subió el video a internet (?). Por alguna razón, la misma tarde en la cual están los tres juntos por primera vez, deciden que es una buena idea ir a conocer la casa de la masacre de Villisca, que existe en la vida real y que funciona como una especie de monumento al asesinato de una familia a hachazos (todo lo último es literal). Por supuesto, la casa está embrujada y, desde el más allá, obligará a nuestros protagonistas a enfrentarse y resolver los conflictos internos anteriormente mencionados, si es que quieren salir con vida.

El gran problema de La casa de las masacres es que nunca trasciende el molde burocrático en el que fue concebida. Todo es previsible y obvio, no hay una sola idea interesante que aparezca para salvarla del desastre. Incluso es burocrática a la hora de utilizar referencias, por ejemplo cuando uno de los personajes nombra a Poltergeist mencionando aquellos elementos de la película que no tienen nada que ver con la conversación que están teniendo, la intención es nombrar la película de Hooper por pura pose, sin ningún criterio estético.

Luego podemos enumerar la serie de elementos que están mal, aunque tampoco nos detendremos demasiado. Lo pésimo de las actuaciones sólo es opacado por lo vergonzoso de los efectos de miedo que apelan al susto fácil y al sonidista, que se compró un octavador de voz y lo usa en todos los personajes malos o poseídos por la maldad. Todas cosas que podríamos obviar si un minuto de esta película fuera entretenido.

La casa de las masacres es de esas películas que enojan, sobre todo al espectador asiduo al cine de terror que año tras año ve cómo cada vez más se acumulan producciones de este estilo, y se queda a la espera de algún oasis como el cine de Fede Alvarez por ejemplo. De todas maneras, a pesar de ser horrible, la película de Velenzuela tiene una ventaja, no es Transformers: el último caballero que es la peor del año sin dudas.