Empezamos mal, terminamos peor. Los productores del esperpento llamado Demonic no vieron mejor manera de vender su pobre película que encajarle al póster que viene producida por el prolífico director de horror James Wan y, ya que estaban, pusieron también el título de The Conjuring como para decir "vamos por el mismo camino". Si tan sólo esa vaga promesa hubiese sido cumplida en un porcentaje menor que la recordada historia de terror del 2013, el resultado no hubiese sido tan drástico, pero la película de Will Canon es una vergüenza -casi- por donde se la mire.
Partiendo del manual Cliché Volumen 1, un grupo de estudiantes se dirige a una remota casa/mansión, en donde hace muchos años otro grupo intentó invocar fuerzas sobrenaturales y terminó perdiendo la vida. Dicha partida quiere recomenzar el experimento para grabarlo todo y dejar constancia de que existen fuerzas sobrenaturales, así que ya sabemos por donde irán los tiros. Hay alguna que otra conexión entre el equipo muerto y el presente -familiares, cof- pero poco importa. Hay una pequeña inquietud desde el guión por hacer algo diferente, contando la película entre lo que sucedió con los jóvenes en la casa y el testimonio de uno de los sobrevivientes, pero todo es tan obvio y sinsentido que los huecos en la trama comienzan a aumentar en tamaño conforme corra la cinta.
Es un gran desperdicio que grandes actores como Frank Grillo y Maria Bello se presten a películas del estilo, ya que actúan para el Oscar pero no llegan muy lejos con la pobre historia que tienen entre manos. Y eso sin contar la labor del director, cuya idea de meter miedo en la platea es la misma que muchos realizadores del género: susto acá, susto allá, un ruido fuerte y listo.
Demonic es la vuelta a la cartelera del terror básico y masticado. No ofrece nada nuevo, ni tampoco recicla con buenas intenciones ideas ya gastadas. Es una burla para el espectador, cuyo chiste final se encuentra en el paupérrimo giro sorpresivo de la trama, y sólo funciona si se quiere ir a acurrucarse un rato con una cita, que seguro saltará de miedo y es donde se aprovecha para abrazar. No más que eso.