Alejo (Gerardo Ottero) es un arquitecto treintañero que tiene grandes problemas para dormir. Padece un trastorno que le hace transitar la vida con serias dificultades. De tal modo que traspasa la pantalla y nos va envolviendo sensorialmente e involucrando a todos los espectadores con sus padecimientos.
Porque, así planteada esta ópera prima de Hugo Curletto, filmada en Córdoba, donde juega permanentemente con varios planos temporales que parecieran flashbacks pero no lo son. es oportuno hacernos varias preguntas sobre la trama.
¿Alejo está loco?, ¿alucina?, ¿sufre de pesadillas? ¿tiene una poderosa creatividad? No lo sabemos con exactitud. Si algo de la historia es verdadero, o es todo producto de la gran imaginación del arquitecto, presentado profesionalmente como una persona exitosa. Está a cargo de la construcción de un edificio y ganó un premio por la presentación del proyecto para desarrollar la casa del eco, una particular vivienda cuyo principal objetivo es que los sonidos se repitan varias veces, a causa de la extraña forma del inmueble.
Pero, más allá de esto, ¿hay algo de real en todo lo que vemos? Aparentemente está casado con Ana (Guadalupe Docampo) y, luego de celebrar el cumpleaños de su padre, él le regala los títulos de un terreno del que nunca conoció ni se preocupó, llamado Parcela de Pinos, ubicada cerca del pueblo Corral de Tierra.
La curiosidad por visitar ese lugar es muy fuerte y convence a su mujer para que lo acompañe en la aventura, lo que se convierte en eso, sin dudas, porque necesitan recurrir a un baqueano, Pedro (Pablo Tolosa), montañés hosco y solitario, para que los lleven con sus caballos a ese territorio inaccesible.
Durante la travesía Alejo pareciera recordar anécdotas y situaciones con Ana y la hija de ambos. Pero es necesario no explayarse demasiado sobre la historia e intentar comprenderla dentro de la sala de proyección.
Si la idea original del director era impactar con su propuesta, la convirtió en una narración muy confusa donde, se supone, el que tiene claros los conceptos de lo que quiere relatar es él mismo, porque de tan sofisticado que pueda ser el guión en la manera de contar esta historia, con ciertos ribetes fantasiosos, termina mareando al espectador como el mismo protagonista.
Lo más logrado es la buena creación de climas en cada escena, como así también los vínculos entre los intérpretes. Alejo es taciturno y pensativo, Ana es un poco más alegre y distendida, pero exaspera el tono monocorde durante los diálogos, con todos los personajes hablando del mismo modo. Además, la narración es extremadamente lenta, si lo comparamos con un vehículo siempre está en primera velocidad, no cambia a segunda, volviéndose tedioso y soporífero. Si uno de los temas a tratar es el eco, no se lo desarrolló en profundidad, el realizador no jugó lo suficiente con los sonidos, y pasó de largo como ciertas historias inconclusas, de final abierto.