Entre sueños
Lo más incómodo de La casa del eco, la ópera prima de Hugo Curletto, es que remite a un juego entre planos temporales-oníricos pero no lo logra. Los cortes entre escenas son tan abruptos, casi desprolijos, que, aunque hayan sido pensados de ese modo en la estructura de la película, no aporta más que desconcierto y así hace que las situaciones se noten deshilvanadas y pierden la conexión necesaria entre una y otra.
Las excelentes tomas y locaciones no ayudan para un relato que se pierde en ellas y en el intento de explicar la búsqueda de Alejo (Gerardo Otero), el protagonista, por encontrar un fin y un sentido a las palabras que se dicen y a veces quedan rebotando, o vuelven, justamente, como un eco. La asociación más que libre, o la interpelación al espectador para que pueda interpretar a su modo las referencias al respecto no surten efecto dado que, en realidad, hacen caer en confusión a quien procura seguir el hilo que guía el recorrido de las peripecias del protagonista (a veces con Ana, su esposa, interpretada por Guadalupe Docampo; a veces con su hija, rol que ocupa Gina Cavagna) en las que se juega con elementos referenciales a la mitología griega, incorporándolos al relato con la intención de darle un contexto más interesante, tal vez, puedo decir, más contenedor. O de darle un toque erudito. O no sé. La verdad es que no puedo saber la intención del director en la construcción del relato.
Tal vez la idea que tenía en su cabeza al respecto, toda la construcción narrativa ideada para dar forma a la película en la sala de edición tenía un cierto sentido, un aplomo a la hora de su primera aproximación, pero al final se desploma como la pared en la obra en construcción en que Alejo se encuentra trabajando.