Un hombre tiene un serio problema de falta de descanso y padece de algo llamado "sueño" progresivo. El problema lo lleva a renunciar a su trabajo y a conocer un misterioso terreno con pinos que le regaló su padre, quien nunca fue al lugar. Llegar a ese sitio recóndito implica toda una aventura dado que sólo se accede a caballo y con un guía muy hosco, del que le advierten que podría estar loco. Pero el protagonista va a visitar su "parcela de pinos" con su mujer, y el problema es que cada vez que se tira un ratito a intentar descansar se hunde en algún sueño raro, o flashback, o inclusive alucinanción -vaya uno a saber por qué- que detiene por completo la acción.
Y no es que la trama principal sobre el viaje al lugar de los pinos sea demasiado ágil. En realidad, todo está filmado al ritmo nulo de la música ambiente que funciona como score.
La cámara puede detenerse con la mayor parsimonia en un tronco con una hormiguita o el agua de un arroyito. Y no es que no haya imágenes atractivas, sobre todo en lo que tiene que ver con los hermosos paisajes, o que las actuaciones no sean dignas, sino más bien que este es un film pretencioso y lento hasta la exasperación.