Una casa antigua, una maldición, una profecía. Una madre con sus dos hijos y su esposo. Una tragedia familiar, un crimen violento. Hechos inexplicables y un misterio por resolver…
Estas breves líneas podrían darnos una idea de que va este film venezolano que llega a las salas de cine comercial esta semana pero en realidad es mucho más que eso. Comienza como un relato policial: una noche, Dulce despierta tirada en el suelo con una herida en la mejilla y un trozo de espejo roto a su lado, sin saber que sucedió, confundida y asustada va recorriendo la vieja casa hasta encontrar a su esposo Juan José muerto de un cuchillazo y ver como a su hijo Leopoldo se lo llevan hacia un sótano que esta vacío.
Por haberse encontrado sus huellas en el arma homicida, por haber sangre del niño por todo el lugar y por ser la única persona en la casa, Dulce es considerada culpable de ambos crímenes y condenada a la pena máxima de prisión.
Treinta años después, en noviembre de 2011 Dulce convertida en una anciana regresa a su casa debido al privilegio otorgado por la ley a personas de su edad, pero sin posibilidad de salir de allí y con dos oficiales de policía afuera vigilando la entrada.
Ese mismo día un joven sacerdote visita a Dulce convencido de su inocencia para pedirle que le diga quien fue el culpable de tan terribles crímenes, a lo cual ella responde: fue la casa! Dulce entonces comienza a relatar lo sucedido treinta años atrás, pero el sacerdote intrigado por semejante afirmación y preocupado por la salud mental de la señora decide investigar el origen de la misteriosa casona.
A partir de acá el film va a ir y venir entre el presente y el pasado mediante flashbacks, pero a la vez se verán extrañas coincidencias entre ambos tiempos, aterradoras apariciones, mensajes del más allá, y una inquietante profecía, formando un cóctel de elementos que provocarán más de un sobresalto al espectador a lo largo de una película plagada de giros, con muy buen suspenso y algunos toques de terror oportunos sin sangre y sin quedarse en la mera intensión de asustar, para desembocar en un final inesperado.
Otro punto a favor es que como se trata de una historia muy humana no le falta el toque dramático y el impacto emocional, ya que hay un matrimonio en crisis y un fuerte lazo entre la madre y sus hijos. Se trata de un relato bien construído desde el guión escrito por su director Alejandro Hidalgo, siendo esta su ópera prima, cuya producción también estuvo a su cargo y a pesar de ser un film de bajo presupuesto se nota que cada peso fue bien invertido.
A eso se suma la banda sonora compuesta por Yoncarlos Medina, el excelente trabajo de maquillaje de Alex Mathews, quien había trabajado en los efectos visuales en “El secreto de sus Ojos” de Juan José Campanella; en “La casa del fin los tiempos” fue el encargado de convertir en una anciana a Rudy Rodriguez quien personifica a Dulce y se destaca por su actuación sólida y convincente al transmitir dolor, alegría, ternura, ira y miedo. También se destacan los dos niños: Rosmel Bustamante y Héctor Mercado en los papeles de Leopoldo y Rodrigo respectivamente, los hijos de Dulce y Juan José, quienes tienen un magnífico desempeño en la pantalla a pesar de su corta edad.
Y cabe destacar otro elemento que juega un rol fundamental en esta historia: la casa, que en la realidad está emplazada en la ciudad de Caracas, en ese espacio físico transcurre la mayor parte de la película siendo casi un personaje más. Es muy antigua y se dice que está maldita, que tiene voluntad propia y encierra un extraño misterio… uno que el espectador deberá develar.