Con bastantes pergaminos y premios bajo el brazo llega “La casa del fin de los tiempos”, la película de terror de origen venezolano que se estrena esta semana. Así son los avatares de la distribución mundial, porque más allá de la muestra anual del cine de ese país que se realiza aquí, el último antecedente proveniente de ese país fue la notable “Pelo malo” (2013), otrora candidata al Oscar en su momento.
En la primera escena Dulce (Ruddy Rodríguez) despierta en el piso junto a algunos vidrios e iniciará, bastante asustada por cierto, un recorrido por el caserón donde vive para descubrir con horror a su marido asesinado y a su hijo “chupado” puertas adentro por una fuerza que desconocemos. Sabemos que la policía nunca cree en fantasmas, así que la señora se come treinta años en prisión, para volver luego de esa condena al mismo lugar en donde tuvo comienzo semejante pesadilla.
El esquema narrativo de Alejandro Hidalgo es el de flashbacks que irán ampliando la información de lo sucedido en una serie de ellos, pese a que Dulce diga “la casa se lo llevó” en referencia a su hijo, cuyo cadáver nunca fue encontrado.
Con una interesante dosis de suspenso apoyada en el manejo de travellings cerrados y el fuera de campo, la historia de fantasmas y entes misteriosos va transcurriendo por los carriles naturales del género, y hasta se podría hablar de un buen manejo de la dirección de actores que se escapan a los cánones declamatorios y gestualmente ampulosos de la televisión venezolana, cuestión que a este género no le queda para nada bien. También está claro que el dominio cultural de las películas de terror está en manos del cine norteamericano que, salvo por algunas excepciones, viene bastante mal en esta materia.
“La casa del fin de los tiempos” sufre alguna contaminación de ese cine que abusa exageradamente de la banda sonora y de los “violinazos” para provocar el sobresalto, recurso que éste director no pareciera necesitar dada la pericia para generar climas desde los encuadres que mencionábamos al principio.
Así y todo, estamos frente a una buena propuesta que decide deliberadamente entretener antes que funcionar como metáfora para la lectura de los turbulentos tiempos políticos que se viven por allí, cosa que el espectador agradecerá, pues en este caso, la historia se cuenta y termina cerrando una producción entretenida y bien contada.