Los fantasmas de Sarah
Sarah (Elizabeth Olsen) llega junto a su padre y su tío hasta su antigua casa de la que deben retirar cosas varias y basura. El primer problema con el que se encuentran es que no hay electricidad y por ello el tío sale en busca de un electricista. Las ventanas están tapiadas y todo es oscuridad en el interior. Linternas en mano, padre e hija recorren la laberíntica casa repartiéndose tareas. En un momento determinado, el padre debe salir de la casa y Sarah se queda sola. A partir de ese momento, cada ruido, cada sombra comienza a inquietar a la joven. No pasa demasiado tiempo hasta que Sarah se siente en peligro, amenazada por extraños sonidos y una invisible presencia.
La propuesta no tiene mucho de novedosa, pero el lenguaje cinematográfico elegido ayuda a provocar cierta inquietud en el espectador. Se trata de un filme rodado en lo que técnicamente se llama "plano secuencia", esto es: filmado en una única toma, sin cortes, respetando el estilo de la versión original "La Casa Muda". Claro que esto es así en apariencia, dado que hay algunos cortes bien empalmados, solo perceptibles si se presta atención al detalle. Lo destacable en este caso es la puesta en escena y la labor de producción que obliga a disponer de todo lo necesario para garantizar la continuidad, casi como si se tratara de una pieza teatral registrada en vivo.
Gracias a este montaje el espectador pasa a ser testigo absoluto de lo que acontece, como si acompañara a la protagonista en su tortuosa experiencia, corriendo por la intrincada y tenebrosa casa en busca de una salida. Claramente no estamos ante un derroche de originalidad, pero el relato tiene una resolución que al menos no resulta insultante y ofrece una factura más que decente.