La vieja receta del cine de suspenso
Cuando Sarah, su padre y su tío llegan hasta una sombría mansión levantada en un paraje solitario, no es difícil adivinar que dentro de esa casa ocurrirán cosas extrañas. Y efectivamente ocurren. La muchacha descubre primero un misterioso agujero en la pared, luego escucha siniestros gemidos y poco después advierte que sombras pasan raudamente frente a sus ojos. La historia repite la vieja receta a la que tantas veces recurrió la cinematografía norteamericana en este género: suspenso, sustos, algo de sangre, un misterioso pasado y un final que intenta ser esclarecedor.
Remarke del film uruguayo La casa muda, de Gustavo Hernández (2011), esta nueva versión poco agrega a aquella producción casi olvidada, ya que las directoras se dejaron tentar por describir la trama en tiempo real presentada como un plano secuencia en el que la protagonista sufre todo tipo de persecuciones. Lo que nunca logran es el suspenso que el entramado requiere y en su búsqueda abusan de los primeros planos del rostro de Sarah.
La labor de Elizabeth Olsen es, sin duda, lo más atractivo de la película, ya que todo el peso de la anécdota recae sobre ella, mientras que el resto del reparto, la música y la fotografía no escaparon a la mediocridad de este entramado que, posiblemente, tenga algún interés para los fanáticos del género.