Terror clásico en la remake de un film uruguayo
La joven Sarah se encuentra junto a su padre y a su tío trabajando en la restauración de una vieja casa derruída a la que planean vender una vez terminada la labor de reciclado. Pero a poco de comenzar, la rubia protagonista se cruza con situaciones que le complican no solo la tarea sino la existencia misma. ¿Casa embrujada, ocupantes al acecho o fantasmas irredimibles?
La dupla de realizadores que hace casi una década parió la impactante Open Water (basada en su propia historia real) vuelve al ruedo con otro relato de horror, pero en este caso basado en una película uruguaya, La casa muda, opus de 2010 que trascendió por su buen mix de ideas cinematográficas y solidez narrativa.
Lo que hicieron aquí Chris Kentis y Laura Lau es calcar estructura y formas, parados en una presunto plano secuencia (que no es tal, que denota el truco en varios momentos a lo largo de los 85 minutos de metraje), contando el cuento con oficio para el género y apelando a los pelos y señales históricos, que no por vistos en clásicos como The Haunting (y sus posteriores refritos) o la más reciente Rec, dejan de ser efectivos y apropiados para la ocasión.
Silent House trabaja terror del bueno, con armas nobles más allá de algún engaño a la hora de plantear la historia y con una factura que logra provocar algo de ese terror que en otras épocas era rutina sentirlo en una sala de cine, y que hoy apenas aparece muy de vez en cuando en la pantalla grande.