El poder, la fama, el ego y la venganza se visten de gala
Ridley Scott y su visión del asesinato de Maurizio Gucci.
La nueva película de Ridley Scott, la segunda en este año luego de El Último Duelo, se mete de lleno en una historia que sacudió el mundo hace casi 30 años, la muerte de Maurizio Gucci. El por entonces dueño y CEO de la famosa marca de vestir que tuvo su explosión en la década de los 80 y 90 dejando atrás la primera ola exitosa de la marca familiar italiana. En esta dramedia Adam Driver interpreta al mismísimo Maurizio Gucci y Lady Gaga a su esposa, Patrizia Reggiani, y a ambos se los podrá ver desde el momento en el que se conocen y comienzan a saborear la fama del renombre de Maurizio y como, poco a poco, el nombre Gucci fue escalando de ser una reconocida marca de ropa italiana hasta terminar siendo el símbolo del poder, la fama y el dinero a tal punto en que las traiciones terminarán siendo una moneda corriente en la rutina de cada uno de los integrantes de tal prestigiosa familia y de cómo dichos elementos fueron nublando la visión de todos sus integrantes hasta terminar en uno de los escándalos internacionales más grandes de todos los tiempos.
La Casa Gucci (House of Gucci, 2021) es una dramedia -drama y comedia negra- que sigue las convenciones naturales del género en donde básicamente se cuenta una historia de conocimiento popular de forma pintoresca para pode expandir la, ahora, leyenda del caso puntual. Desde ese lado la película sigue la fórmula básica: Presentar personajes, mostrar los inicios de cada uno y su evolución de, en este caso puntual, el éxito gracias a la expansión internacional de la marca en cuestión hasta los últimos días del ya mencionado Maurizio. Desde ese punto todo normal, todo clásico. Pero claro, al mando de semejante historia se encuentra Ridley Scott para imprimirle, o intentar, su sello característico y picante cómo para que la película no sea solamente ver el relato de un tiempo pasado. Acá, al mejor estilo Succession (2018-actualidad) el fuerte de la película, más allá del gran diseño de producción y vestuarios, es la ridiculización de esta familia en la que la fama y el dinero corrompió absolutamente todo y cómo todo lo que importaba era el dinero bajo el pretexto de hacer crecer una marca. Ahí es donde la película toma su propio vuelo y sumado a gran, grandísimo, trabajo de producción se termina concretando un filme que es hipnótico desde que empieza. Claro que no todo es perfecto, los puntos más bajos tienen que ver con algunas caracterizaciones de personajes en donde toda la construcción parece un poco trillada y que termina cayendo en los lugares comunes de alguien que puede estar interpretando a alguien italiano. De la mano con esto, la selección musical está plagada de hits y un poco hacen distraer al espectador. La repetición constante de canciones populares, ya históricas, hace que aquellas escenas que si son potenciadas por la música se pierdan entre tanto uso del mismo recurso, y además no todas las escenas quedan bien con los temas elegidos. También, el guion escrito por Becky Johnston y Roberto Bentivegna termina quedando un poco largo, no porque lo que se cuenta no haya pasado o esté estirado sin ningún tipo de base histórica, sino porque llega un punto que la cinta parece haber llegado a un punto muy alto, incluso teniendo un clímax muy marcado, y a partir de ese momento y de lo genuino que se siente, la atmósfera creada se va desvaneciendo.
Las actuaciones y el elenco seleccionado caen perfecto para esta película, que necesitaba un derroche de clase y una presencia marcada en cada plano, en cada escena y en cada toma. A los mencionados Adam Driver y Lady Gaga, que se comen la película sin ningún tipo de dudas, se le suman Jeremy Irons, Al Pacino y un, excesivamente, caracterizado Jared Leto que configuran una marquesina repleta de talento y que, encima, cada uno está muy bien en el rol y el papel que le toca. Salvo, un poco, por el mencionado cantante de 30 Seconds To Mars. Su actuación, escondida debajo de prótesis y maquillaje, es lo que más ruido hace dentro de la película porque todo se ve demasiado exagerado y plantea a su personaje como un alivio cómico, que por un momento cumple su cometido pero que a la larga se vuelve un poco insoportable al momento de sólo escucharlo hablar.
La Casa Gucci es una película que obnubila y convoca por su estética, su producción y por su elenco repleto de estrellas. Por suerte para Scott, su segundo trabajo del año no se queda en eso y va a fondo en una historia repleta de excesos, de egos y de encontronazos familiares en donde él puede poner su sello, marcar su estilo y al mismo tiempo que Gucci lo hace con la ropa, Ridley lo hace con sus películas.