SILENCIO EN LA SALA
Antes de empezar a analizar los aspectos esenciales de LA CASA MUDA (2010) de Gustavo Hernández, voy a aclarar algunas dudas. Primero, y a diferencia de lo que muchos espectadores creen - en especial los habladores que me acompañaron durante la función -, esta NO es una película argentina. Este nuevo exponente de horror latinoamericano es una producción 100% uruguaya ¿Quedó claro? Segundo, y para desmentir la frase promocional del afiche que promete “miedo real en tiempo real”, LA CASA MUDA no es un plano secuencia propiamente dicho. Okey, es “en tiempo real”, pero está hábilmente camuflado en varias tomas pegadas entre sí con la mayor discreción - así como LA SOGA (ROPE, 1948) de Hitchcock, aunque con mas discreción – y presentada como un supuesto plano secuencia. En realidad es un falso plano secuencia, pero a la gente normal no le interesa ni se da cuenta. Por último, es mi deber aclarar que, lamentablemente, LA CASA MUDA - este falso plano secuencia uruguayo - no es ni siquiera un producto bien logrado.
Si la comparamos con el cine de terror en general, LA CASA MUDA es un exponente inferior dentro del género, con escasos momentos de buenos sustos (la mayoría provocado por el banal recurso del elemento sorpresa), actuaciones poco creíbles, vueltas de tuerca muy abruptas o torpemente presentadas y un final con cabos sueltos que a nadie le importó ni importa atar (ni a los realizadores ni al espectador frustrado). Hay momentos en que el film cae en lo absurdo (ella vuelve a la casa), lo ridículo (“¿Qué te hicieron?” le dice la protagonista una y otra y otra vez a su padre ensangrentado) o lo repetitivo (la lámpara como única fuente lumínica o la contante oscuridad), o en que se vuelve tedioso o aburrido, para recién atrapar al espectador en la segunda mitad de la cinta.
Sin embargo, desde el punto de vista técnico, LA CASA MUDA es un acierto, en especial si se tiene en cuenta que fue filmada con una cámara de fotos. La fría (y escasa) iluminación juega un papel importantísimo en el film y su juego de sombras y escalofriantes tonos de luz ayudan a crear, junto a los agobiantes silencios y efectos sonoros, una exquisita tensión que va in crescendo a lo largo de la narración. Hay buenos trucos de cámara (la escena después de créditos es un buen ejemplo), pero de nada sirven si los actores a los que están filmando no dan un buen desempeño y la historia que se intenta narrar no llama tanto la atención. Otro inconveniente de LA CASA MUDA es que, a diferencia de EL PROYECTO BLAIR WITCH (1999), CLOVERFIELD: MONSTRUO (2008) o [REC.] (2007), la decisión formal tomada por el realizador no se justifica. Me refiero a la temblorosa cámara en mano. Aquí es un concepto arriesgado si no se tiene como excusa a un personaje dentro del universo ficcional que sostenga la cámara. Y como esta película no lo tiene, el recurso distrae durante la primera media hora (tiempo suficiente como para acostumbrarse), convirtiéndolo en un film muy revelador del dispositivo cinematográfico (que hace visible lo invisible). Es decir, se vuelve obvio el hecho de que detrás de lo que se ve en pantalla hay un equipo de filmación, haciendo poco disfrutable la función. Y aunque a veces logra secuencias interesantes (como la caminata inicial) y agobiantes picos de tensión, la cámara en mano distrae más de lo que debería.
Y por si a esta altura a alguien le interesa saber, LA CASA MUDA cuenta (sin entretener y sin asustar, y para colmo, con pretensiones de convertirse en film de culto) como un padre y su hija van a una casa de campo a arreglarla para poder venderla. Pero durante esa fatídica noche, la maldad y un oscuro secreto cubrirán de sangre a los habitantes de la casa. Supuestamente está inspirada en hechos reales, pero a estos tipos ya no les creo nada.