Este film de horror se centra en una mujer que, tras quedar viuda, empieza a sentir que su marido la llama desde “el más allá”. Con Rebecca Hall.
Presentada inicialmente en la sección nocturna del Festival de Sundance y luego estrenada en cines por Disney –es un producto de Searchlight, uno de los sellos que «adoptó» la compañía cuando compró Fox–, LA CASA OSCURA es un film de terror inusual, que funciona más desde la confusión pesadillesca que desde la certeza de una trama lógicamente estructurada. Para Beth (Rebecca Hall), las pesadillas son persistentes desde que su marido, Owen (Evan Jonigkeit), se suicidó pegándose un tiro en la cabeza hace unos pocos días. Atravesando lo que parece ser una bastante profunda depresión, la mujer siente que Owen la llama desde «el más allá», le habla, le deja mensajes telefónicos o enciende la música en la bonita casa que él mismo construyó frente a un lago. Pero usualmente Beth se despierta y se da cuenta de que en realidad estaba soñando. ¿O acaso no?
Este film de David Bruckner corre con el riesgo de tomarse demasiado en serio su lado sobrenatural. Beth está claramente perturbada y deprimida, y tanto su amiga Claire (Sarah Goldberg) como su vecino Mel (Vondie Curtis-Hall) intentan que se tranquilice y no se crea esas situaciones, especialmente porque es evidente que la mujer está bebiendo de más. Pero Beth ya tuvo en el pasado una situación que la tuvo al borde de la muerte y, si bien está convencida de que no hay nada del otro lado, todos estos movimientos la hacen dudar. El problema se hace más evidente cuando la mujer empieza a revisar el celular y la computadora de Owen y descubre fotos suyas con muchas otras mujeres. No solo eso, sino que todas son muy pero muy parecidas a ella.
La mezcla entre realidad y pesadilla, entre lo que pudo haber pasado en la vida de Owen –de ambos en realidad– y lo que Beth empieza a ver a su alrededor se irán enredando cada vez más, quizás demasiado, en una trama que conviene tomarla más como un reflejo del estado de ansiedad y angustia de la mujer que desde algún costado lógico. Pero, sin embargo, algo «consistente» parece haber ahí, un juego de espejos, de reflejos, de dobles; otras casas, otras mujeres y muchos secretos. ¿Qué es lo que está pasando realmente?
El director de EL RITUAL logra conducir el misterio y el suspenso con mano bastante firme y con la ayuda de Hall, una extraordinaria actriz que, en cierto punto de la película, pasa a convertirse en su protagonista excluyente. Su manejo del sonido pondrá los pelos de punta a muchos espectadores (su uso de la canción «The Calvary Cross«, de Richard & Linda Thompson, es espeluznante aunque el tema no lo sea para nada), aunque en lo referido a los incontables efectos especiales que vendrán más adelante el asunto perderá efectividad cuando más «grandes» e impactantes estos intenten ser.
Es una película que cuando se mantiene más cercana a las extrañas sensaciones de la protagonista más logra conectar con el espectador. En algún punto la trama tomará un vuelo más elaborado y complejo por lo que la conexión con la realidad se irá perdiendo del todo. Es esperable en el caso de Beth, que está atravesando una situación complicadísima. Pero se hace más difícil que el espectador pueda ir siguiendo la enredada experiencia que atraviesa sin mirarla con cierta incredulidad y desconfianza.
Y si bien sobre el final la película pierde un poco la línea, durante buena parte de sus 108 minutos logra tenernos pendientes de la elaborada estructura armada por los guionistas Ben Collins y Luke Piotrowski. Y para eso ayuda, muchísimo, una actuación como la de Hall, que consigue darle credibilidad aún al más aparentemente absurdo misterio de dobles vidas, retorcidos espejos y ecos del más allá que se han visto desde NOSOTROS, de Jordan Peele. Y si eso no funciona, las sombras que se mueven en la noche, las luces que se encienden y, sobre todo, los ruidos en los momentos más inesperados, dejarán al espectador esperando por algo terrible que, tarde o temprano, sucederá.