Demonios y duplicados.
Un saludo sobrio, una fuente de comida cedida como consuelo (y a los pocos minutos arrojada a la basura), son señales que indican qué le está sucediendo a Beth (Rebecca Hall), la protagonista de esta historia que (efectivamente) está atravesando un duelo porque acaba de perder a su joven marido. Ahora ella se encuentra sola en una casa enorme junto al lago, diseñada exclusivamente por el difunto, y el shock emocional se impone por sobre el dolor, aunque no tardará mucho en hacerse carne.
Como puede, Beth intenta volver a la normalidad, dar clases; ver a sus amigos… tratar de racionalizar lo inentendible, ¿por qué su marido tomó semejante decisión? Sumida en el desconcierto, la mujer comenzará a experimentar ciertas situaciones en su casa. Ruidos extraños, objetos que se encienden solos, además de padecer las más turbias pesadillas. Pareciera que algo la acecha, y a medida que hurgue entre las cosas de su esposo, más se acentuarán estos hechos inexplicables, además de descubrir una realidad paralela hasta ese momento insospechada.
La película básicamente se sostiene por la sólida actuación de Hall, quién se ve muy convincente al exteriorizar sus estados alterados, y con causa. Es cierto también que, hasta antes del desenlace de la historia, el guion acompaña fielmente a nuestra chica, ya que el timing del thriller y el terror funcionan como relojito. Sumado un clima que a medida que la cinta avanza se va tornando cada vez más oscuro y confuso. Entra en juego una cuestión especular que abre paso a la ambigüedad.
Una ambigüedad que alimenta la intriga y esa sensación de dejar al espectador tan desorientado como lo está el protagonista, al punto de pensar si a Beth realmente le están sucediendo estos hechos fantasmales, o si su mente le está jugando una mala pasada. Además del duelo, ella acaba de descubrir que la persona que estuvo al lado suyo gran parte de su vida, es un total desconocido; encima lo extraña (y es comprensible).
Todo fluye hasta el tramo final. Es aquí donde La Casa Oscura desacopla ese clima tenso y de interés que venía sosteniendo, con la necesidad de tener que explicar todo, o mejor dicho de justificar todo tipo de actos que muy a pesar de nuestra protagonista, han acontecido. El clímax se desluce con una resolución apresurada y algo desarticulada, que no se ajusta a la lógica narrativa que venía desarrollando. Por más que resulte trillado a veces menos, es más.