El duelo como fuente de algo más que tristeza y drama es un mecanismo explorado por el cine de género y el thriller psicológico. En La casa oscura hay una mujer, Beth (Rebecca Hall), que intenta recomponerse tras el suicidio imprevisible, incomprensible de su marido. En la casa del título, a orillas de un lago, el director David Bruckner ubica a una protagonista que plantea la ambigüedad: cuánto de lo paranormal que vivirá ocurre y cuánto es producto de una incipiente locura.
Lo cierto es que en la vida del difunto había unos cuantos secretos, que Beth descubre en soledad. Objetos extraños, signos de espiritismo, fotos de otra mujer, demasiado parecida a ella. Las visiones empiezan a acompañarla, a medida que hurga en el lado desconocido de quien creyó conocer del todo. La soledad, hermana del duelo, como territorio fértil para el quiebre psicológico. En un film que consigue sugerir e inquietar, aunque prefiera luego tomar caminos menos interesantes.