Encargado de revivir a la franquicia de horror “Hellraiser” en el futuro inmediato, el director David Bruckner sorprende gratamente con su más reciente exploración del horror psicológico. “La Casa Oscura” se inmiscuye en la vida de una joven atravesando una fase de duelo. Y lo hace desde la más escalofriante perspectiva.
Este drama de terror sobrenatural, producido por David S. Goyer (“Da Vinci Demons”), nos sorprende por su elaborado trabajo de cámara. Estéticamente elegante, se percibe como una reflexión posible acerca de la vida después de la muerte. ¿O acaso no es que una integra a la otra? Plano y contraplano de un plato fuerte para el susto fácil. Con sutileza y parsimonia, nos adentra en un entorno pesadillesco, mientras siembra indicios de lo que podría haber más allá de la mera realidad. ¿Qué hay detrás de la ilusión sino un miedo intransferible?
La ambigüedad onírica toma por completo el verosímil del presente relato. En absoluto predecible, nos llevará por senderos que conciben a la muerte como metáfora. Los laberintos mentales y maniobras inconscientes de su protagonista, son ahora los nuestros, intentado dilucidar el misterio. ¿Hacia donde confluye, realmente? La sorpresa que, como valor intrínseco posee lo inexplicable, prefiere evitar todo tipo de solución racional.
En el personaje interpretado por Rebecca Hall vivenciamos el disparador de una locura introspectiva e intentamos empatizar con su aterrador descubrimiento. Las convenciones genéricas de una casa embrujada suelen dar cobijo a toda una serie de lugares comunes que, afortunadamente, Bruckner decide evitar. No estamos frente a un espécimen de terror habitual. La manifestación sobrenatural oculta oscuros secretos de un detallado misterio. La reinterpretación del elemento arquitectónico puede facilitar ciertas conjeturas.