La historia de La Cenicienta ya la conocemos, de pé a pá, desde que muere su mamá hasta que vive feliz para siempre con el príncipe. Pero cada remake es un mundo aparte. Hay dos elementos que definen claramente qué estamos por ver: la combinación entre cuento de hadas y Disney, una dupla que está presente en el cine desde hace más de 70 años.
La película de Kenneth Branagah (mejor dicho: hecha por encargo por el director de Sleuth y Thor) comienza desde la infancia feliz de Ella (Lily James, conocida por Broken y Clash of Titans), con sus padres, hasta que la madre muere y le recuerda que siempre deberá ser valiente y bondadosa.
Una elipsis temporal nos lleva al personaje ya crecidito, pasando una tarde con su padre (Ben Chaplin), momento en que éste le cuenta que va a casarse de nuevo. Y es posterior a esto que empieza la pesadilla. Bueno, no, no empieza, asoma: con la llegada de la Madrastra (la impecable Cate Blanchett) y las insufribles hermanastras Anastasia (Holliday Granger) y Drisella (Sophie McShera), se suponía que la casa se iba a llenar de color y de vida, pero se llena de gritos, peleas y contaminación visual. La pesadilla realmente empieza con la muerte de su padre, cuando las tres mujeres que invadieron la armonía del hogar se sacan las caretas y muestran todo lo malvadas que pueden ser... pero ella no sufre tanto. Recuerda que su madre le dijo que tenía que ser buena y valiente, y se las fuma.
Un día tiene un inexplicable ataque de ira después de ser humillada y sale a gran velocidad en su caballo rumbo al bosque, donde conoce al Príncipe (Richard Madden, el Robb Stark de Game of Thrones), quien no revela su identidad, sólo le dice que es un aprendiz del palacio. Coquetean un rato, el Príncipe se queda medio flasheado, y después, al volver a palacio, se entera que su padre está muy enfermo, por lo que tiene que casarse cuanto antes por el temita ese que los reyes tienen que estar casados. Los miembros de la corte (por cierto... el Capitán, interpretado por Nonso Anozie, es negro; yo siempre había pensado que los negros en esa época sólo eran esclavos) deciden organizar un baile para que él pueda elegir esposa (como un Tinder en la vida real) y como él se había quedado con la intriga de la chica que conoció en el bosque, decide hacer extensiva la invitación a todas las habitantes del reino, sin importar la clase social (bien pibe, Marx te ama). Es justamente Ella, quien está en el mercado cuando hacen el anuncio, quien lleva la noticia a su casa, provocando la sobreexcitación de sus dos hermanas. Se banca un poco más de basureo y humillaciones, hasta que toca fondo cuando no la dejan ir al baile en el palacio... y se queda triste pero se la banca.
Aquí interviene su Hada Madrina (Helena Boham Carter), quien en una gran escena, transforma ratones en caballos y calabaza en carroza, le arregla los harapos, le da los zapatos de cristal (que es lo que nunca jamás entendí de la historia en ninguna de sus versiones, ¿por qué si a las 12 de la noche se termina el hechizo los zapatos no vuelven a ser las alpargatas mugrientas de siempre?), y la manda a palacio, donde claramente deslumbra a todos al llegar. El príncipe la reconoce, bailan y coquetean hasta las 12, pero entonces ella huye, dejándolo de nuevo intrigado sobre su identidad.
Héte aquí que, por un lado, la madrastra es una viva bárbara que se da cuenta que la que bailó con el príncipe era ella, le propone un plan a lo House of Cards donde ella la bancaría en presentarse al palacio, pero a cambio le pide un montón de poder, a lo que ella no accede. Entonces la madrastra... que es re mala... ¡le rompe el zapato!, pero se lleva el taco para mostrarle al Duque (Stellan Skarsgard) que una de sus sirvientas era la chica misteriosa y que lo mejor para el reino es que el príncipe nunca se entere y tenga un casamiento más conveniente.
Pero, por otro lado, el príncipe es un terrible cabeza dura y mueve cielo y tierra para que todas las mujeres del reino se prueben el zapato. Por esas cosas del destino, la última casa que les queda sin revisar es la de nuestra amiga, quien encerrada en el ático no podrá participar de la prueba. Anastasia y Drisella forcejean con el zapato sin éxito, y cuando el duque amigo de la madrastra está por dar por finalizado el tour del zapato... la escuchan cantar. Porque Ella es amiga de unos ratones, que son amigos de unos pájaros, y entre todos abrieron la ventana del ático para que los hombres del rey la escuchen cantar e insistan en que se pruebe el zapato también. Es el mismo Príncipe quien le prueba el zapato, que obviamente calza perfecto, parten al palacio no sin antes ella perdonar a su madrastra... y todos viven felices por siempre.
Sobre la realización de la película en sí, ya a esta altura de más está decir que es correcta: muestra lo que tiene que mostrar, al ritmo que lo tiene que hacer y procurando que la historia se entienda. Mención aparte para la secuencia del hechizo del Hada Madrina: hay un gran estudio de la morfología de los animales/objetos a transformar: se van convirtiendo en el cortejo de Cenicienta por partes, a un muy buen ritmo y con una gran gracia. Es LA escena de la película (lo mismo cuando el hechizo se rompe, gran trabajo de animación). Respecto al baile... también, en este caso más es más: mucho lujo, muchos personajes, mucho vestuario de época que no se ve genérico, todos los personajes, por más que sean extras tienen su identidad (como easter egg: hay mujeres luciendo los clásicos vestidos de Belle, de Beauty and Beast, y Ariel, de Little Mermaid, entre tantos otros).
Así y todo, la película no me pareció un producto neutral y puramente comercial, sino que me dejó un sabor bastante amargo: Cenicienta siempre parece depender de una figura masculina para estar bien. Es feliz hasta que el padre muere, sufre sin rebelarse a manos de la madrastra (pero no se va de la casa porque le prometió a la madre que la cuidaría), se queda llorando cuando le rompen el vestido y si era por ella se quedaba sin ir al baile pero el Hada le sirve todo y la despacha, y tampoco hace nada por volver a acercarse al Príncipe después, incluso son unos tiernos animalitos quienes accionan más que ella abriendo la ventana mientras canta como una boluda en vez de patalear y hacer ruido así la comitiva real detectaba su presencia y tenía también posibilidad de probarse el zapato. El Príncipe le pone el zapato (dale, ¡aunque sea calzáte sola, mujer!) y claro, se olvida de la promesa de cuidar la casa porque se va a vivir al palacio. En todas las versiones del cuento pasa globalmente lo mismo, pero Branagh le da al film un ritmo determinado, donde ella es extremadamente pasiva y el que mueve cielo y tierra por encontrarla es el Príncipe, mientras ella sólo piensa en ser buena, que es lo que le prometió a su madre, y esa bondad es aguantar maltratos y no luchar por nada, por más justo que sea.
Las escenas donde se cuenta su felicidad son extremadamente felices, reforzadas con luz dorada, movimientos de cámara y música, pero cuando sufre no llega a haber un contraste: Disney evita el "Efecto Mufasa", no hay una intención de transmitir ningún tipo de sufrimiento o dolor y la muestra resistiendo, como si en el fondo ella misma no importara, como si la vida fuese vivir en la nostalgia de un tiempo pasado mejor pero sin un presente y menos un futuro promisorio. Esta versión de Cenicienta de valiente no tiene nada, y es tan buena que se pasa de boluda.
VEREDICTO: 7.0 - Basta de Cenicientas
Si a muchos Amelie ya nos parece una tonta, esta Cenicienta es peor. Ojo, la película es correcta, cuenta lo que tiene que contar de manera prolija, con buen ritmo, e incluso momentos emotivos bien construidos. Pero no es el ejemplo de mujer que quiero ver, ni tampoco me gustaría que mis hijas vieran.