La Cenicienta renace con el hechizo de un clásico
"La Cenicienta" regresa con personajes al borde de las lágrimas, un sólido elenco encabezado por Lily James y toda la magia del relato clásico. El director Kenneth Branagh no se aparta de las situaciones conocidas por el público.
Con personajes siempre al borde de las lágrimas, ausencias paternas y maternas como para no perder el rumbo lacrimógeno de las historias clásicas que marcaron a generaciones y sin olvidarse de la magia, La Cenicienta nuevamente cobra vida con actores de carne y hueso, siguiendo el exitoso camino que dejó Maléfica y que continuará con La Bella y la Bestia.
Bajo la galera de Kenneth Branagh -Thor- la película se asegura un regreso fiel al relato infantil sin despegarse de las situaciones que todos conocen y esperan de una superproducción de estas características: la espectacularidad de los escenarios, la cuota obligada de hechizo, el vestuario multicolor y la dosis melancólicas que tan buenos réditos deja en boleterías.
La intención del director no es crear una atmósfera sombría o estremecedora -a pesar de la presencia del gato Lucifer-, sino una película que mantiene su tono deliberadamente ingenuo sobre todo en las escenas desarrolladas en el bosque durante la cacería o desde el mismo personaje central, Ella -una acertadísima Lily James, vista en Furia de Titanes 2-, la joven de enorme corazón, capaz de hablar con ratones y patos, y cuyo padre -un rico comerciante- se vuelve a casar tras la trágica muerte de su madre.
Ella está dispuesta a recibir a su nueva madrastra Lady Tremaine -Cate Blanchett como una sofisticada dama impulsada por la envidia y la maldad- y a sus hijas Anastasia y Griselda en su hogar familiar, pero pronto queda a merced de la mujer que sólo busca el bienestar económico cuando el padre de Ella también muere. Obligada a realizar las tareas serviles de la casa -y apodada como La Cenicienta- la heroína aún tiene oportunidad de conocer el amor del príncipe -Richard Madden- en el baile real gracias a la ayuda de su Hada Madrina -Helena Bonham Carter en una breve aparición-.
La película funciona por su ritmo sostenido, sus logradas escenas ambientadas en el ático y en salones reales, y por reflotar los temas del amor incondicional versus los matrimonios arreglados. La cámara circular de Branagh involucra a los espectadores en la coreografía y la esperada escena del zapato de cristal aparece luego salpicada con oportunos toques de humor.
Al film, de gran diseño de producción, se suma un elenco sólido en el que también sobresalen los roles secundarios de Derek Jacobi, como el Rey; Stellan Skarsgård, como el Gran Duke y Ben Chaplin, en el rol del padre de Ella. Todos construyen el universo de una historia que vuelve para quedarse con el corazón del público.
Fiel a un estilo
A la espera de la ansiada secuela de Frozen, antes de la proyección de La Cenicienta, se incluye el corto Frozen Fever donde los personajes se reúnen para festejar el cumpleaños de Ana. Elsa tiene un gran resfrío y estornuda a unos diminutos personajes, generando gags en varios tramos del corto. Sin embargo, todo parece seguir adelante: Kristoff, Olaf y el reno ayudan a decorar el patio al aire libre y una gran torta. Los personajes aplaudidos por el pùblico vuelven y dejan con ganas de ver más que apenas una simpática anécdota animada.