Un calce ajustado
Una nueva versión de Disney del clásico cuento de Hans Christian Andersen debía suponer algo más que efectos de computadora para las transformaciones del romántico personaje femenino que es, posiblemente, la primera superheroína. Tal es así que el gigante de Los Ángeles contrató al muy inglés Kenneth Branagh para compensar el exceso desmedido de sus programadores. La fórmula era tan medida y complementaria como el zapatito de cristal a los pies de Cenicienta, pero en la práctica se nota un sinsabor, la falta de algo, el vértigo de emociones que la historia y su primera adaptación animada –la legendaria de Disney– tenían en su momento, pero que no calza precisamente bien con el tono de los tiempos.
Sin duda, el problema que Branagh y el guionista Chris Weitz (About a Boy) enfrentaron fue cómo hacer distinto algo tan consabido, ese extra que sería jugar de manera paródica con el conocimiento de antemano que tiene el público acerca de la historia. No hay tal cosa. En su lugar, hay grandes actuaciones. Cate Blanchett compone una madrastra creíble en sus celos y su maldad, Ben Chaplin es lo más cercano a un padre baboso de las distintas versiones del cuento, y Helena Bonham Carter, como el hada madrina, provee la escena más aguardada (y lograda) de la película, aquella donde una calabaza se convierte en carroza, Gus Gus y los ratones en caballos, y Cenicienta (la adorable Lilly James, conocida por los fans de la serie inglesa Downton Abbey) en, insistimos, la primera mujer con superpoderes, antes de que den las doce. Todo, quizá, no amerita una revisión, pero Branagh conoce los hilos del drama para tener una historia a flote, y eso, para los más chicos (los verdaderos destinatarios), es satisfacción garantizada.