Una apuesta a la bondad y a la belleza
La historia de Cenicienta fue llevada a la pantalla grande desde el mismo origen del cine, con los cortometrajes mudos del pionero soñador Georges Mélies, hasta la posmodernidad que le da vueltas de tuerca en actualizaciones para adolescentes, cada vez más lejos de los cuentos de hadas, donde al prosaico príncipe se lo puede contactar por Internet.
Ya sea en producciones animadas o con actores de carne y hueso, Disney es el estudio más especializado en el universo de las princesas y las heroínas. Últimamente, éstas han intensificado su iniciativa o han reavivado su esencia con toques de actualidad, desde la adorable Rapunzel de “Enredados” o la reciente reivindicada “Maléfica“.
En el caso de la flamante versión del británico Kenneth Branagh, experto en obras shakespereanas, su equilibrado relato se inclina por la versión más clásica y moderada de la leyenda, tal como lo hizo Disney en 1950, cuando adaptó el barroco y cortesano cuento del francés Charles Perrault.
Esta flamante Cenicienta con el agradable rostro de Lily James, sin dibujitos ni vueltas de tuerca, corporiza una heroína que, si bien muestra valentía, su extrema bondad la lleva a activar la rebeldía solamente en situaciones límite, por lo que sigue siendo la más sumisa entre las recientes protagonistas del universo Disney.
Es que Branagh optó por ser fiel a la versión animada original de los años cincuenta y darle -eso sí- mucho lujo visual, con un deslumbrante diseño de producción, vestuario inolvidable y una catarata de efectos visuales.
Sin alteraciones
La película arranca con un prólogo relatado por una voz en off donde se presenta a la protagonista cuando aún no era huérfana y vivía feliz con sus padres mucho antes de convertirse en la desdichada Cenicienta. Tras esa introducción, irrumpe la enfermedad, la muerte y la ausencia, a la par que su malvada madrastra y sus odiosas hijas la relegan a la servidumbre en su propia casa. La película respeta y reproduce a rajatabla la estructura clásica del cuento. En esta versión, se tiene un leit motiv, una frase a la que Cenicienta se aferra: las últimas palabras de su madre antes de morir: “bondad y coraje” son la clave para enfrentar las dificultades. Y, efectivamente, enfrenta los obstáculos con una enorme bondad pero con el suficiente coraje como para decidir concurrir al baile del palacio aunque se lo prohíben.
Los ingredientes del clásico siguen sin alterarse, lo bueno es que ahora los personajes poseen una mayor profundidad y lo mejor todavía es que aunque la película rezuma almíbar sigue teniendo encanto y una destacada madrastra fantásticamente sobreactuada por Cate Blanchett, en un papel complicado y caricaturesco a la altura de las mejores villanas Disney como Cruella de Vil, con una mezcla odiable de frivolidad y sofisticación. Con un exótico y lujoso vestuario a su disposición, no compone una madrastra infinitamente más perversa sino una malvada con estilo y algo ridícula.
Lily James y Richard Madden parecen nacidos para el rol de príncipe y princesa. Ella es muy bonita y expresiva, y eso alcanza para su Cenicienta que se atiene a todas las convenciones, al igual que el príncipe que juega Madden, visto en similar rol en la popular “Game of Thrones”. Además, es admirable la caracterización de Helena Bonham Carter como un hada madrina singular y perfectible, que aporta uno de los mejores toques de humor y de sentido común, recordando que la ilusión de la magia es breve, que tiene hora de vencimiento, preciso e inflexible.
Sin el surrealismo de Tim Burton en su versión de “Alicia...”, sino más bien humanizando, la estética y la magia mostrada en sus limitaciones, esta Cenicienta modelo 2015, definitivamente no profundiza la tendencia de personajes femeninos fuertes y con características más independientes respecto de los cuentos de hadas y los films clásicos. La inocencia que transmite la película, desde lo elemental de los parlamentos a lo estereotipado de los personajes, la direcciona en particular a los niños, aunque difícilmente un adulto que acceda a ella, no la pase de maravillas.