El fuego interno
En su primera película en solitario, Franco Verdoia explora la historia de un pasado que vuelve e implosiona en un hombre adulto, y todo en un fin de semana largo que se presentaba como de descanso y familiar. Pablo (Esteban Meloni) llega junto a su mujer y el hijo de ella a una posada de Córdoba desde Porto Alegre, donde residen. La transformación interna se genera por la presencia de una pareja de huéspedes que trastoca la vida de Pablo, quien empieza a tener actitudes hostiles hacia su pareja (ambos están en pleno proceso de fertilización asistida, para colmo). Esa procesión que va por dentro se percibe en la incomodidad de la interacción entre su mujer, el niño y esta pareja.
Como siempre, los tonos definen el tipo de película. Si bien los elementos descriptos podrían aventurar un thriller, la narración se direcciona hacia el drama psicológico pero no por ello sin carga de misterio. Lo más importante se construye en ese silencio de Pablo y Miguel (Gabriel Goity), que provoca tensión por la ausencia de palabras que expliquen -por más que la idea primaria en la cabeza del espectador se confirme- qué es lo que ocultan y qué papel juega cada uno. En ese juego de roles, en el que ambos deben simular una calma frente a sus parejas, está la mejor carta de Verdoia y que tanto Meloni como Goity saben jugar. Particularmente el primero compone desde las pausas, las miradas y el fuego interno a un personaje desesperado y roto pero desde la sobriedad interpretativa o, mejor dicho, en un registro cinematográfico. Las elecciones de puesta de cámara también contribuyen a este pesar, que no solo debe soportar Pablo sino también su mujer, como consecuencia de sus actitudes extrañas y hostiles. El uso de la subjetiva, de las angulaciones y de los tiempos de duración de los planos son cruciales para el moldeamiento de una incomodidad, por momentos intolerante.
En 2018 HBO emitía The Tale, película semi autobiográfica de Jennifer Fox sobre una directora de documentales que ingresaba en un proceso de desenterrar un pasado que incluía reinterpretar ciertos hechos para entender lo que le sucedía en el presente. En comparación con La chancha, aquella historia se presentaba bajo una trama más compleja, en principio porque no sucedía en un tiempo límite sino que el (re) descubrimiento de la protagonista se cocía a fuego a lento y de manera mucho más turbia. Las similitudes entre ambas historias están en cómo se puede reconstruir un pasado o repensarlo para extirpar un dolor crónico que no se puede comprender conscientemente. Llegando al final, en la secuencia de las aerosillas, Verdoia desempolva una muñeca para manejar los tiempos de la tensión al encastrar los engranajes de un thriller, sin serlo necesariamente. El epílogo, que en apariencia presenta una resolución, marca una prolongación del drama como si se dijera que no existe una manera de ponerle fin al mal porque tan solo es posible entregárselo a alguien más.