Lo trágico de la búsqueda
Eddie Redmayne vuelve al drama luego de haberse llevado el Oscar a casa el año pasado tras interpretar a Stephen Hawking y ahora se pone en la piel de la primera persona en la historia que se sometió a una operación de cambio de sexo. Un dramón lacrimógeno de parte del ganador del Oscar Tom Hopper, que nos trae la historia de Einar (Eddie Redmayne) y Gerda (Alicia Vikander), un matrimonio joven de artistas plásticos que atraviesa un fuerte cambio en sus vidas cuando ella le pide a su esposo que se vista de mujer para modelar en uno de sus cuadros. Este hecho aparentemente aislado despierta algo en él que le hace comenzar a investigar su propia identidad de género, al principio avergonzado pero luego con creciente motivación.
Si estaban esperando una trama con tintes moralistas que nos deje una moraleja de aceptación, se llevarán una sorpresa. Es un acierto, todo sería demasiado forzado si esperáramos una aceptación plena a instantanea. Recuerden que se trata de un primer caso en el mundo. Los personajes nunca supieron de un transexual en su toda vida, ni siquiera la misma protagonista. Incluso su esposa, que luego convertida en mejor amiga demuestra constante amor y apoyo, tiene momentos en que flaquea. No se trata de una lucha por la aceptación interna y externa de la identidad, sino que eso es sólo una parte. La sociedad se enfrenta de pronto a un tipo de individuo del que nunca había tenido registro. La familia y la pareja se ven obligadas a cambiar, no sin culpa ni celos u otras emociones que se mezclan en forma positiva y negativa.
La película es una aventura emocional, y como tal está llena de contradicciones. Las interpretaciones de los protagonistas están cargadas de verosimulitud y conflicto, convirtiendose en dos personas heridas por sus emociones contrapuestas. Pero la mayor contradicción viene del personaje de Gerda, quien debe asistir no sólo como espectadora sino como artífice necesaria de la transformación de su esposo en Lili, un hombre del cual sigue enamorada pero parece esfumarse más a cada momento. Y es por ese mismo amor que lo ayuda y apoya aun a costa de su propia condición.
Con interpretaciones impecables y un guión realista y elegante que desborda angustia, pero que viene con la emoción fuerte en forma esporádica. Si no tuviéramos esos descansos, estaríamos llorando todo el metraje. Pero de este modo resulta más eficaz para enganchar al público sin agotarlo en demasía. De todas maneras, déjenme señalar que la interpretación que merece el Oscar en este caso es más la de Vikander que la de Redmayne. Con una química maravillosa entre ambos, es ella la que le da los rasgos de mayor humanidad a la vez que cuenta la historia de un amor incondicional sin caer en la trampa de convertirlo en una narración romántica. Y no olvidemos que Redmayne interpreta a un personaje medido, con la dosis justa de amaneramiento para no convertirlo en una caricatura.
Si bien se podría haber ahondado un poco más en los escabrosos temas que trata (suficientes como para escribir varios tomos de grosor de diccionario), el guión sabe plasmar en forma sutil y elegante una temática que fácilmente podría virar a lo grotesco o lo ofensivo. Aunque no sea extremadamente audaz o innovadora, lo cierto es que se trata de una historia que engancha, entretiene y emociona en partes iguales.