Me gusta ser mujer
Nominado a cuatro premios Oscar (Actor protagónico, Actriz principal, Vestuario y Diseño de producción), este melodrama del director de El discurso del rey y Los Miserables resulta un exponente de cine de qualité provocador en su temática sobre la identidad de género, pero bastante esquemático y superficial. Al menos, la historia permite que se destaque la sueca Alicia Vikander, acompañada aquí por Eddie Redmayne.
El rostro andrógino de Eddie Redmayne es el preciso para el papel de Einar Wegener/Lili Elbe, un artista plástico que en la Copenhague de los años ‘20 descubrió su verdadera identidad de género. Lo vimos a Redmayne en La teoría del todo en un rol que también comprometía su cuerpo. En este film -que no es danés sino una coproducción multinacional-, Einar/Lili, gracias al estímulo de su esposa y colega Gerda (Alicia Vikander), quien lo requiere para un retrato femenino, el protagonista va tomando conciencia de ser una mujer en el cuerpo de un hombre.
Basado en la novela de David Ebershoff que a su vez estaba inspirada en dos personajes reales, este melodrama atraviesa el doloroso proceso de rechazo y aceptación de una realidad conflictiva, que tiene también sus momentos de felicidad, por supuesto. Estos son los que Einar puede vivir como Lili, sentir como mujer, y expresarse como tal. Pero Tom Hooper (director de la multipremiada El discurso del rey y Los Miserables) elige un tratamiento rígido, que no empatiza con el devenir de los protagonistas, fijados desde el principio en sendos puestos de los que nunca logran apartarse. Lo mismo sucede con un tercer personaje, viejo amigo de Einar (Matthias Schoenaerts), quien deviene el compañero de Gerda en su proceso de aceptación, que no es fácil.
Por otro lado, el británico Hooper elige quedarse en una superficie que nunca deja ver las aguas profundas, a diferencia del libro original, que sigue los cambios desde la subjetividad de Einar. Hace poco vimos la última película de François Ozon, La nueva amiga, que también versa sobre los diversos conceptos en la identidad de género, con mayor interés por atravesar el conflicto y abriendo diversos interrogantes.
Si bien la intención de mostrar el devenir de la primera persona en someterse a una operación quirúrgica de cambio de sexo es solidaria, los resultados no ayudan, debido al esquematismo de la propuesta, enfatizado en las líneas de diálogo.
Igual de convencional es el abordaje en el campo de la ciencia, que estigmatiza al paciente como un caso de demencia. No menos importante era profundizar en las contradicciones de Gerda (una excelente Vikander), quien gana éxito y fama en su profesión gracias a su modelo Lili, mientras quiere recuperar a su marido Einar, y atraviesa con enorme dificultad los cambios de esa relación que en algún momento fue un feliz matrimonio. Frente a un ser humano que, en medio de semejante alteración del estado de cosas, sigue tomando las decisiones desde un sitio de dominación.
La fotografía y exquisita recreación de época en París, Copenhague y Dresde ayudarían bastante con su qualité a hacer atractiva la visión del film, si no fuera por el regodeo de la cámara por mostrar los mohines de Lili, o su atracción por las sedas, o sus gestos pseudo femeninos -más como un viejo estereotipo de mujer que como una mujer real-, en lugar de profundizar sobre su descomunal desgarro.