Ni masculino ni femenino.
El contexto en el que se desarrolla este dramón, donde la transexualidad es una cruel metamorfosis para quien decide cambiar su cuerpo resulta apropiado para enfatizar el calvario de esta pareja de pintores daneses y su trágica historia de amor con miras a ganarse alguna estatuilla, por supuesto.
Basada en la novela homónima del norteamericano David Ebershoff, la película del británico Tom Hooper (El discurso del Rey -2010-) se concentra en la extraña relación entre Einar Magnus Andreas Wegener –Eddie Redmayne- y Gerda Marie Fredrikke Gottlieb –Alicia Vikander-, quienes alcanzaron cierta notoriedad en su época por los retratos de Lili Elbe, personaje creado por el propio Einar al travestirse.
Bajo la complicidad de su esposa, en realidad Einar además de transformarse en la mujer que siempre quiso comienza a experimentar tanto en su cuerpo como en su psicología la femineidad, aunque hasta llegar a niveles paroxísticos y decidir someterse a una serie de operaciones para cambiar completamente de sexo en una época donde semejante proceso quirúrgico ponía en riesgo la salud de cualquier paciente y el pronóstico de muerte era más que probable.
Si de personajes torturados o sufrientes se trata, pareciera que Eddie Redmayne es el indicado y el guiño a los miembros de la academia dice presente con su nueva performance, que repite los tics del actor, pero que alcanzan a convencer en su viacrucis personal.
Sin embargo, el relato de impecable factura técnica no logra salir de la anécdota de toda película concentrada en la dramática aceptación social de la transexualidad; algo que en nuestros días recibe mayor consenso, pero que para aquellos momentos se consideraba al borde de la perversión y desde ya la enfermedad mental para la que se requería tratamientos de extrema crueldad.
El prejuicio de los “desviados” ha existido y seguirá existiendo a lo largo de la historia, pero los paradigmas son los que en definitiva se travisten como el protagonista de La chica danesa -2015-, otra película con un planteo interesante, pero que naufraga en las aguas de la complacencia.