La idea era atractiva: recrear el cuento (¿infantil?) Caperucita Roja, haciendo foco en sus costados más perversos y terroríficos, con todos los elementos técnicos del cine actual. Pero el arranque medianamente interesante de esta peculiar adaptación pronto se desdibuja para internarse en la línea de los subproductos para adolescentes que se iniciaron con Crepúsculo. Films que combinan elementos sobrenaturales y románticos, y que terminan siendo un desfile de carilindos y atléticos chicos y chicas que presuntamente actúan. La directora Catherine Hardwicke fue precisamente la responsable de Crepúsculo y aquí, en lugar de aprovechar alguna buena idea que le proponía el guión de David Johnson (La huérfana), prefirió alinearse dentro del estilo del film vampírico-amoroso que la catapultó.
La chica de la capa roja transforma la antigua y tradicional fábula en una historia con toques góticos y medievales que incluye una aldea sitiada por uno o más licántropòs, un cazador estilo Van Helsing y una chica protagonista que en este caso no es una niña. En esta versión es ya una joven y bella mujer que no sólo se debate entre dos amores, sino que también debe lidiar con un padre y una abuela (sí, la famosa abuelita) que esconden siniestros secretos que ella intentará develar. Munida de su capa y capucha roja, claro.
La bonita y no poco talentosa Amanda Seyfried (Mamma Mia!, Cartas a Julieta) debe padecer un par de inexpresivos galanes, dentro de un elenco que incluye un seleccionado de actores de ayer y de hoy como Gary Oldman (con su habitual capacidad histriónica), Julie Christie, Billy Burke, Virginia Madsen y Lukas Haas. Pero ninguno de ellos logra remontar una trama que se acerca más a un fiasco que a una recreación novedosa.