Valerie vive en un pueblo de aspecto medieval, al borde de un bosque oscuro, donde cada luna llena un lobisón ataca sin que nadie sepa cómo pararlo. En ese mismo bosque, la abuela de la chica tiene una casa y en su tiempo libre le cose una bonita capa roja que Valerie usa todo el tiempo. La nieve cae y cada movimiento de la chica de capa roja -Caperucita le decían en el cuento de los hermanos Grimm- es como un reguero de sangre que anuncia que nada bueno sucederá. Que es lo mismo que se puede decir de este film de Catherine Hardwicke, el primero que la realizadora emprende luego de hacer Crepúsculo. Sin poder desprenderse de la sensualidad pasteurizada para adolescentes del film de vampiros, Hardwicke confía demasiado en su joven elenco, aunque el guión -endeble- no les de mucho para hacer. Amanda Seyfried vuelve a demostrar que en fotogenia nadie le gana, mientras que sus galanes, Shiloh Fernandez y Max Irons, intentan demostrar una intensidad que nunca alcanza a la pantalla. La presencia de Gary Oldman como un excéntrico cazalicántropos agrega un poco de absurdo, bienvenido, a una propuesta que podría haber sido interesante.