Qué boca grande que tienes...
La enamoradiza Caperucita, ahora acosada por un hombre lobo.
No habrá sido obra de la casualidad que los productores de esta aggiornada versión de Caperucita roja hayan llamado a Catherine Hardwicke para dirigirla. Luego de ver la primera parte de Crepúsculo , era número puesto: ambas son historias de amor adolescente, con un costado fantástico casi primordial, un trío romántico enrevesado, hombres lobos dando vuelta y, por su fuera poco, la realizadora volvió a llamar a Billy Burke, que había sido el padre de Bella para ahora ser... el padre de Valerie.
La idea primordial de Hollywood hoy es, ya que no abunda el ingenio para bosquejar nuevas tramas, retomar aquéllas que son clásicas y demostraron tener anclaje popular, y reformularlas. Caperucita ya no teme al Lobo, sino a un Hombre lobo. La madre (Virginia Madsen) no manda a su hijita a llevarle comida en una canastita a la abuelita, porque ella misma ya tiene asuntos más espinosos por resolver. Y la abuela (Julie Christie) no está postrada en la cama en su casa en la profundidad del bosque, sino que sospecha de medio mundo y de la otra mitad también.
Pero la cuestión no queda allí en cuanto a personajes, porque están Peter (el ascendente Shiloh Fernandez), a quien Valerie ama y con quien quiere escapar, y Henry (Max Irons), el otro joven, pero de buen pasar, con quien quieren casarla de prepo. Cuando el lobito ataque la aldea y mate a la hermana de Valerie, al clérigo del lugar (Lukas Haas) no le queda otra que llamar al experto Padre Solomon, que no es exorcista, pero sí capaz de cazar y aniquilar al atacante de las lunas llenas. Y que, siendo interpretado por Gary Oldman, claro, estará lleno de excesos.
Como los que tiene la película: apartada del relato de Charles Perrault, inquieta más descubrir quién es el hombre lobo que si se comerán o no a Caperucita. Para el espectador avezado hay pistas suficientes, pero los que se queden prendidos entre la agitación y los escarceos románticos se sorprenderán con el final.
Almibarada y sangrienta, con frases apasionadas como “La vida que quiero no es otra que contigo”, o la menos apropiada aquí “Te comería”, por razones obvias, La chica de la capa roja tiene en Amanda Seyfried a la intérprete virginal y brava, el corazón que bombea la trama. Y la acompaña un elenco de renombre -aunque para los adolescentes Oldman y Christie no signifiquen nada-. Para los que no estén apurados, quédense hasta el final, después de los créditos...