David Fincher aprovecha el primer volumen de la trilogía de Stieg Larsson para mandarte directamente a la Tundra de tu Hermana, ese pedacito de frío allá en el norte europeo, donde debajo de las apariencias gourmet de un par de caserones minimalistas –oh, exquisitamente decorados- yace un grosero depósito de sangre de niñas violadas (en cuerpo y secretos) por sus papis, maestros y tutores.
Quien suscribe no tuvo el privilegio de leer la trilogía literaria que derivó en el guión de Steven Zaillan (hoy por hoy un guionista indestructible que debe facturar siete cifras verdes por cada uno de sus trabajos), y debe admitir que durante los primeros diez minutos de metraje se reconoció perdido al punto de pensar que Millenium es una cafetería cool tipo Museo Renault donde se reúne la crema intelectual sueca y no la revista donde el pobrecito de Mikael trabaja a destajo (jo jo) despuntando su vicio investigador.
Por causa de un “video de Rial” malparido, Mikael necesita borrarse del mapa por unos meses. Oportunidad ideal para aceptar un trabajito en una isla siniestra como la de Scorsese (el peñasco cuenta con su propia extraña dama extraviada y además hay psychonazis por todos lados). El trabajo -periodístico- de Mikael llega a un punto ciego del que sólo se puede salir incorporando una compañera, Lisbeth, simpática muchacha fanática de los fideos maruchán que tiene más talento que piercings y menos vello púbico que paciencia.
Quienes hayan leído el libro sabrán el desenlace. Quienes no lo hayan leído encontrarán aquí otra pieza contundente de Fincher, acostumbrado a asesinos seriales esquivos y parejas desparejas de investigadores. Ducho al punto de avanzar y acumular films quirúrgicos en los que cada escena contiene al menos dos ó tres joyas dignas del recuerdo, todas ellas apuntaladas (cuando no gestadas) desde el diseño sonoro de Ren Klyce, un tipo que es capaz de hacer sonar el viento al recontra-palo allí donde al capo Stellan Skarsgäard ni siquiera se le despeina el jopo, e incluso de hacernos cerrar los ojos -impulso subconsciente de intentar cerrar los oídos- ante el grito desgarrador de Lisbeth, volcán sonoro -gestado en un ascensor- que nos cuenta una ultradesgraciada historia de vida en 0,5 segundos de bella y suficiente duración. Hablando de duraciones suficientes, el film dura 3 horas y se las quiebra sin ningún inconveniente.
Zonafreak salió del cine con ganas de ver la continuación.
Rogando que la dirija Fincher y que mantenga el elenco.