Nuevos rostros para los héroes de nuestro tiempo
“Män som hatar kvinnor” (literalmente “Hombres que odian a las mujeres”, bautizada por la editorial española Destino como “Los hombres que no amaban a las mujeres”) es la primera novela de la denominada “Trilogía Millennium”, la más redonda, por autoconclusiva y por desarrollar tópicos del policial tradicional, tanto del detectivesco más clásico como del de la serie negra.
Si alguno vivió en un submarino el último lustro, dicha trilogía es obra del escritor sueco Stieg Larsson, que no llegó a verla publicada. Tras el boom, en su país se decidió llevarla al cine, estando la primera parte a cargo de Niels Arden Oplev y las siguientes en las manos de Daniel Alfredson.
Cuando se anunció que Hollywood haría su versión (cuyo título en castellano es literal del nombre que tuvo la edición anglosajona, en la que cada libro empieza con “La chica que...”), saltaron todos los prejuicios sobre la industria y su desprecio por el trabajo de los suecos, y la imposibilidad de contar con una protagonista de la talla de Noomi Rapace (que por cierto declinó toda posibilidad de volver a ponerse en la piel de Lisbeth Salander).
Pero el proyecto cayó en las manos de David Fincher, que viene de sacudir la estantería con “Red Social”, de cuyo elenco sacó a Rooney Mara para el protagónico femenino. También a Trent Reznor y Atticus Ross como musicalizadores y, por supuesto, su particular estilo y dinámico ritmo narrativo.
Sumergirse en el pasado
Para los que no estén al tanto de la historia, vaya el repaso: Mikael Blomkvist es un periodista de investigación que cae en la trampa del empresario Hans-Erik Wennerström y termina perdiendo un juicio por difamación (en este filme, sólo con resarcimiento monetario). Aprovechando la necesidad de Mikael de escaparse un poco de la situación, es contratado por Henrik Vanger, patriarca de un viejo y disfuncional clan que mantiene los restos de una corporación otrora exitosa.
¿Cuál es el encargo? Reinvestigar la desaparición de la sobrina nieta del empresario, a quien quería como a una hija, acaecida 40 años antes, y jamás explicada. Una investigación centrada en la fría isla de Hedestad, donde viven los miembros de la familia, principales sospechosos de haberla asesinado, y de seguir enviando cada año el regalo de cumpleaños que unía a Henrik y a la joven Harriet: una flor seca en un cuadro.
Pero antes de convocar a Mikael, Vanger lo hizo investigar. Recurrió a la agencia Milton Security, y ésta a su mejor investigadora: la hacker Lisbeth Salander, una chica con un oscuro pasado, problemas de socialización, y otros problemas severos derivados de la desprotección en la que se encuentra. Por el otro lado, es genial, con memoria fotográfica y una forma peculiar de afrontar la vida y sus contratiempos.
En cierto punto, el curso de la investigación reunirá al periodista bonachón pero aguerrido y a la chica arisca pero sensible, y así quedará conformada la explosiva pareja que convirtió a “Millennium” en un clásico contemporáneo.
El camino de la acción
Fincher trabaja a contrapelo de la adaptación de Oplev. Si el sueco se detenía en las miserias humanas del clan Vanger (parte del costado de policial negro de la trama), Fincher apunta a la acción y al desarrollo deductivo. Si Oplev descarta información para mostrar en detalle, Fincher mete más cosas pero a esa velocidad vertiginosa que mareó a algunos en “Red Social” (sólo él, nuevamente, puede convertir una escena de manejo de datos informáticos en una secuencia de acción).
De todos modos, toma elementos de su predecesor, aquellos que le gustan: las casas, detalles de fotografía, algunas secuencias (las terribles escenas con el abogado Bjurman), el physique du rôle de los actores, pero retoma del libro el bigote de Henrik, por poner un ejemplo banal. Siempre se vuelve a Larsson, especialmente en la definición de los personajes (y mostrando algunos que crecerán en las secuelas). Por ejemplo, la escena del descubrimiento de los versículos es fiel a la novela, mientras que en la adaptación sueca se usaba un giro impropio de Lisbeth.
También trabaja mejor el asunto Wennerström en el epílogo, pero se permite introducir un cambio más o menos sustancial en la resolución del caso (casi parecería que destinado a sorprender a los que conocen la historia) y no se explaya en cómo procesa el clan los hechos descubiertos.
Complejos personajes
Desde el punto de vista actoral, el elenco es irreprochable, destacándose figuras como Christopher Plummer como Henrik, Robin Wright como Erika Berger (personaje destinado a desarrollarse en próximas entregas), Stellan Skarsgard como Martin Vanger. Por supuesto, el trabajo principal es para Daniel Craig como Mikael y Rooney Mara como Lisbeth.
El rubio (al igual que su “predecesor” Michael Nyqvist) logra plasmar adecuadamente a su complejo personaje, buen periodista, amigo y amante pero mal marido y padre (aunque aquí no se muestre tanto esta faceta): un hombre de convicciones firmes, íntegro a su manera; alguien de quien cualquiera de nosotros querría ser amigo. Por su parte, Mara construye su propia Lisbeth: distante, de aspecto frágil, un poco alienígena; algo diferente del temible ángel vengador que encarnó Rapace. De todos modos, Mara tiene sus momentos fuertes, especialmente con Bjurman o con algunos de los agresores que tendrá que confrontar.
Porque por ahí pasa la cosmovisión de Larsson: hombres que odian a las mujeres, abusadores, asesinos, fanáticos religiosos, golpeadores. Ante la injusticia, el ángel oscuro con el dragón en la espalda deberá alzarse para empatar un poco los tantos. Fincher hace su propia lectura de este universo, revalidando sus títulos de gran narrador visual. Habrá que ver si con las secuelas logra construir una nueva visión canónica de la trilogía, y si Rooney Mara podrá sacar de nuestras retinas los profundos ojos negros de Noomi Rapace.