Lo que hay es lo que ves
Thriller que desarrolla una historia de asesinatos seriales que mezcla religiosidad y perversión en dosis parejas que le permite a Fincher desplegarse a sus anchas. Pero la levedad de la fuente literaria es su mayor lastre.
Cuando salió la trilogía Millenium pasó desapercibida para mí. El comentario de unos amigos -cuyos criterios estéticos y literarios me son atendibles- me hizo acercar a la novela. Me advirtieron que era un best seller pero muy bien escrito y con algunas búsquedas interesantes. Debo confesar que su lectura (por lo menos en el comienzo del primer tomo: Los hombres que no amaban a las mujeres) me demandó más de lo esperable. No encontraba el ritmo ni nada que me atrapase demasiado siendo lo que era: una lectura amena y fácil. Pero fui avanzando un poco por logro de la escritura y otro por deber profesional. Se estrenaban las versiones cinematográficas suecas y quería leer las novelas antes de ver las películas. No me disgustaron, me parecieron correctas y entretenidas, pero no llegaron a estrenarse en salas las tres y cuando se asomaba a la pantalla grande la primera ya sabíamos que Hollywood estaba realizando su remake.
Mikael Blomkvist (Craig), periodista caído en desgracia por una nota contra un empresario corrupto, acepta el trabajo ofrecido por otro empresario para desentrañar el misterio de la desaparición de una nieta hace cuarenta años atrás, a cambio de alejarse del centro de la escena y obtener información que le permita limpiar su buen nombre. Cuando el ovillo empiece a desmadejarse saltarán sucios secretos del pasado y la aparición de una joven hacker, punk, bisexual, casi asocial, será crucial para resolver el trabajo y cambiará la vida de ambos.
A David Fincher Millenium parecía calzarle como anillo al dedo. Especialmente al director que se había asomado al mundo con Pecados capitales, mucho más que al que había ofrecido una oscura, árida, sombría e inteligente cinta como fue Zodíaco. La idea de un thriller que comienza a despuntar una historia de asesinatos seriales que mezcla religiosidad y perversión en dosis parejas era un material donde la imaginería visual y la modernidad de Fincher podían desplegarse a sus anchas. La chica del dragón tatuado es una prueba cabal de que todo estaba en su punto justo. Pero a la vez permite demostrar la levedad que la fuente literaria siempre acarreó consigo. Millenium no es más que un producto de este tiempo con visos de compromiso concientizador sobre temas importantes (abuso infantil, familias disfuncionales, ideologías nazis, poder económico y cuarto poder, femicidio, violencia de género, etc.) que no es más que un entretenimiento bien urdido pero superficial y políticamente correcto. Por eso calza perfectamente en el plan hollywoodense que necesita de “temas adultos” salpicado con high-tech, ritmo sincopado y banda sonora cool.
Lo que también vuelve a quedar demostrado es la potencia de su protagonista femenina, un personaje completamente singular y fascinante. Lisbeth Salander es una creación literaria única y lograda y de la que el cine se apropia y expone con una carnadura incuestionable y que Rooney Mara aprovecha para demostrar todas sus dotes.
En resumen, la película consigue con creces ofrecer un entretenimiento ingenioso, atrapante y que no subestima al espectador. Y eso hoy en día es mucho. Pero no es más que eso.