The Girl with the Dragon Tattoo no es una remake, es una adaptación de la novela sueca de Stieg Larsson, independiente de la versión de Niels Arden Oplev. Desde luego hay voces en contra, hoy en día palabras como reboot o remake llevan a fruncir el entrecejo, no obstante si había un libro que necesitaba una segunda revisión, ese era este. El poder de una gran historia ha generado a nivel mundial la errada impresión de que Män som hatar kvinnor (Los hombres que no amaban a las mujeres) es una excelente película, cuando en realidad es una producción mediocre cargada de desaciertos. Las pasiones que despierta son entendibles, sin embargo estas corresponden más bien al testamento literario del autor de Millenium que al valor fílmico de aquella realización. En ese sentido la versión norteamericana es válida, especialmente cuando un director de la talla de David Fincher se encarga del proyecto. Así, el resultado que se entrega es una notable adaptación que, mal que les pese, es más fiel a la novela que la versión sueca (sin contar el dudoso cambio de final con el que se despacha, en parte, este argumento) y es portadora de un valor cinematográfico más importante que el que la trilogía europea jamás podrá conseguir.
"¿Diferente en qué sentido?" "En todo sentido". El mismo film que nos ocupa plantea en dos líneas la relación con su antecesora del 2009. Esa es la clave para entender lo que un director sólido y de trayectoria coherente, como es Fincher, puede aportar a la mezcla. Mismos personajes, misma historia, pero un resultado completamente distinto. Desde los impactantes créditos iniciales, gran introducción a la trilogía a cargo de Tim Miller, se percibe un trabajo cuidado, realizado con un conocimiento notable del tema que se trata, pero sin traicionar ni un poco el estilo de un realizador hecho a la medida.
El prejuicio del origen (una película hecha en Hollywood) no tiene cabida en un trabajo completamente apartado del canon de la industria. Los esperables pruritos a la hora de encarar esta novela no están presentes, y a Fincher no le tiembla el pulso a la hora de filmar violación, tortura, desnudos y sexo, aquello que sonroja a los estudios y explica el éxito de la sueca. Con excelente fotografía, bellos oscuros y sepias, el director de Se7en se carga una tarea tan difícil como improbable: ser respetuoso y exhaustivo con el papel, sin perder de vista el ritmo que una película debe tener. Aquí se rastrea el gran guión de Steven Zaillian, quien ofrece ese dinamismo que Aaron Sorkin supo entregar en The Social Network y que tanta falta hacía en la soporífera versión europea. A esto se deben sumar las buenas actuaciones del elenco en general, elecciones apropiadas para lo que el libro exige, destacando a una jugada Rooney Mara, quien no hace agua a la hora de la comparación con Noomi Rapace.
En lo que es una arriesgada jugada, sobre todo por la fidelidad con que se lleva a cabo esta adaptación, Zaillian y Fincher operan un cambio importante sobre el final de la novela. Habrá aquellos que sientan indignación ante tal atrevimiento, una adaptación no es una reescritura, que evidentemente es en favor del valor cinematográfico de la obra, aspecto que los realizadores en ningún momento descuidan. Las calles de Hedestad pueden estar repletas de personajes que hablan en inglés con acento sueco, digamos que otros ni se esforzarían en el detalle, puede ser que la conclusión no provenga de la pluma de Stieg Larsson. Lo que es indudable es que The Girl with the Dragon Tattoo le hace honor a estos grandes personajes y a esta gran historia de la mejor forma en que Fincher lo sabe hacer: con una gran película.