DESCARRILANDO BELLEZA
Teniendo en cuenta las repercusiones de la novela que le dio origen, La chica del tren era de esas historias que uno suponía que podían utilizarse a manera de proselitismo feminista aunque terminara siendo un producto un tanto lavado para no sesgar el alcance hacia el gran público o que la salida en pareja al cine terminara convirtiéndose en una batalla campal provocando “unos cuántos novios menos” luego de cada proyección. Nada de eso se ve directamente o se deja traslucir en esta adaptación, y lo que se plantea apenas como un thriller interesante de naturaleza enrevesada se convierte en cambio en un drama denso de resolución muy pobre e intrascendente.
El film presenta al personaje de Emily Blunt (Rachel) como a una mujer con problemas de alcoholismo, separada de manera traumática de su marido y obsesionada con una pareja a la que supone idílica y que contempla desde el tren en el que viaja diariamente hacia Nueva York. En realidad se trata de dos parejas de residencia vecina: la de su ex Tom (Justin Theroux) que vive con su nueva novia Anna (Rebecca Ferguson) y el bebé de ambos, y la niñera Megan (Haley Bennett) con su novio Scott (Luke Evans) a metros de distancia. No tardará en involucrarse con ellos y en especial con la nueva pareja de su ex marido con quien ha tenido una criatura, algo que no pudo conseguir ella misma por problemas de fertilidad y se convirtió en el motivo principal de su tormento. A partir de la desaparición de Megan, Rachel se involucra y comienza a traer los fantasmas de su pasado, surcado por el odio y la traición y complicando todo con episodios de amnesia. Cuando luego de varios giros dramáticos la verdad sale a la luz en medio de revelaciones bastante obvias y llenas de clichés, todo es mucho más sórdido y cruel de lo que parecía desde un comienzo, aunque demasiado predecible. Los cambios de puntos de vista, el intento de forzar la perspectiva narrada de lo sucedido desde distintos personajes, en lugar de aportar originalidad y frescura brindan una confusión que, lejos de ser valorada como truco de realizador avezado, se parece más al mareo que provoca el girar a una persona con los ojos vendados para complicarle que rompa una piñata.
Tampoco el sentido estético ayuda, la fotografía está muy bien cuidada así como la dirección de arte, pero no dejan de lucir artificiales. Le dan un look de telefilm que se preocupa más por la combinación de cortinas y colores de los sweaters de los personajes que por la intensidad dramática a transmitir en cada plano. Hasta las escenas eróticas en la ducha son poco verosímiles por lo excesivamente cuidadas.
Y siguiendo con el tema estético lo primero que pensé fue en lo lindo que luce el cast femenino. ¿Para qué nos vamos a engañar?: tener a Blunt, a Ferguson y a Bennet como el trío de femmes fatales para defender la historia es un lujo visual, que también se convierte en un duelo dramático porque todas aportan lo suyo con solidez. Y así como siempre responsabilizo al director por las malas actuaciones, debo reconocer que el trabajo de Tate Taylor (Historias cruzadas, Lazos de sangre) es muy respetable en cuanto a lo que consigue con sus personajes femeninos, no así con el fluir de la historia misma que se pierde en una complejidad que no tiene sentido alguno. Emily Blunt se destaca sobre todo en el primer tramo porque luego su perfomance decae aunque se deba, lamentablemente, a defectos narrativos que la exceden y tiene que ver con la impericia del realizador sobre lo que mencioné anteriormente.
Es también un contrasentido lo que se intenta hacer desde el supuesto mensaje feminista que alberga el film. Tres mujeres hermosas pero a su modo atormentadas como para no lucir su plenitud que viven su estado emocional de manera totalmente dependiente del hombre que las acompaña. Los personajes masculinos dejan bastante mal parado al género, es verdad, pero el patetismo en la conducta de las mujeres es tan notorio que no se entiende bien qué es lo que se está denunciando o reivindicando. No hay personajes femeninos “fuertes” en el guión, por el contrario son sumamente imperfectos y sufrientes, víctimas de su dependencia a su complemento masculino. Quizás sea esa la óptica deseada, la de intentar empatizar desde la lástima como contrapunto a todos los blockbusters en los que se nos muestran heroínas todo poderosas y autosuficientes. Si esa fue la estrategia no creo que se haya logrado. No de manera clara, al menos.
En definitiva a este tren le faltan varios vagones, el del suspenso que se da de manera sostenida y creciente, el de los climas que van creándose con cada situación, el de la riqueza de los personajes impredecibles que tengan más de un matiz y no se constituyan sólo en víctimas y victimarios, y el de el golpe de gracia, el de la contundencia en el final que aquí descarrila torpemente sin que se nos mueva un pelo por lo que le pase a esa chica aunque tenga la cara de Emily Blunt.