La chica del tren

Crítica de Javier Porta Fouz - La Nación

Suspenso endeble y tramposo

Basado en un best seller, este thriller del director Tate Taylor (The Help - Historias cruzadas) muestra sus debilidades desde el inicio, abrumadoramente explicativo, en el que se nos cuenta cómo es cada personaje, qué le pasó antes y por qué está como está, como si nos estuvieran preparando para un gran misterio.

Una mujer alcohólica abandonada por su marido está obsesionada por la vida de su ex con su nueva mujer; otra tiene un pasado tortuoso que la vuelve una insatisfecha constante. Hay una desaparición, y un psiquiatra y una mujer policía, y conexiones entre ellos. Se nos ofrecen diversos puntos de vista, saltos temporales constantes -quizá para disfrazar la incapacidad para construir climas de suspenso-, inconsistencias múltiples y el posible descubrimiento de la resolución por la mitad (si uno no leyó el libro pero vio unos cuantos policiales). La violencia de género se plantea con un maniqueísmo y un didactismo casi risibles. La información que se brinda es visualmente tramposa y la resolución se despliega con métodos mentales por lo menos discutibles.

Un cine que mira de lejos referencias como De Palma y Hitchcock, desde muy lejos y sin observar bien, como desde la ventanilla de un tren. Las actrices protagonistas tienen carisma, fotogenia y dignidad gestual, sobre todo Haley Bennett (Emily Blunt carga con un maquillaje que subraya sin matices su estado de ánimo), y los actores están condenados, tal vez por el trazado de sus personajes, a una pétrea unidimensionalidad.