Siempre es complicado estar a la altura (del éxito) de un best seller cuando éste se traslada a la pantalla grande. Es el caso de Paula Hawkins y su novela “La Chica del Tren” (The Girl on the Train), que dejó un gran impacto por el camino desde su publicación en 2015.
Hollywood no perdió el tiempo y, enseguida, adquirió los derechos para transformar esta historia cargada de misterios en un gran thriller, algo bastante parecido a lo ocurrido con “Perdida” (Gone Girl, 2014) de David Fincher, adaptada de la novela de Gillian Flynn.
Lamentablemente, hay un abismo entre ambos films. Tate Taylor (“Historias Cruzadas”) y la guionista Erin Cressida Wilson no saben como crear un verdadero clima de suspenso, como contar un relato desde diferentes puntos de vista, ni como lograr que el espectador empatice con algunos de sus personajes y sus miserias.
“La Chica del Tren” (The Girl on the Train, 2016) es todo lo malo que le puede pasar al género: insípida desde lo visual, predecible desde su argumento, y demasiado misógina y retrógrada para los tiempos que corren.
La historia se centra en tres mujeres muy diferentes. Rachel (Emily Blunt, lo único rescatable de este lío), divorciada hace dos años y muy afecta a la bebida que, día tras día durante su viaje en tren a Nueva York, atestigua la vida de una pareja súper enamorada a través de la ventanilla. Son todo lo que ella no pudo lograr durante su matrimonio fallido y eso la obsesiona demasiado.
A pocos metros de allí, está la vivienda que solía compartir con su ex marido Tom (Justin Theroux), que ahora él ocupa junto a su nueva esposa Anna (Rebecca Ferguson) y su bebé. Anna, ex amante por la cual abandonó a Rachel, es la típica ama de casa que sueña con la casita en los suburbios y la cerca blanca; sumisa, aburrida y temerosa de que Rachel venga a arruinarle su perfecta existencia.
Claro que su vida no tiene nada de perfecta. Anna no tiene una carrera y pasa sus días fuera de casa dejando a la beba al cuidado de Megan (Haley Bennett), una joven con un pasado bastante convulsionado, que no tiene ninguna intención de convertirse en madre.
Megan es la chica enamorada que Rachel ve todos los días, fantaseando sobre su apasionado matrimonio y lo que pueda ocurrir puertas adentro. Pero nada es perfecto en la vida de Megan, esposa de Scott (Luke Evans), un tipo bastante celoso y controlador.
La película arranca contándonos el presente y pasado de estas tres mujeres desde sus propios puntos de vista. La narrativa pronto abandona este recurso (no sabemos por qué) y se estanca en una historia que, poco a poco, va perdiendo el interés en vez de mantener enganchado al espectador.
Por un lado, tenemos a estas tres protagonistas y sus problemas cotidianos (el alcohol, algún que otro trauma adolescente). Por el otro, una trama de misterio que se desencadena tras la desaparición de Megan, un hecho casi anecdótico que se desprende de lo policial para caer en el melodrama.
Resulta que, en uno de sus tantos viajes, Rachel ve algo que no debe ver. Una traición que saca a relucir su lado más oscuro y obsesivo, una combinación que no se lleva nada bien con sus borracheros y desmayos. Al día siguiente, despierta cubierta de sangre sin poder recordar absolutamente nada. Confusa y vigilada por la policía, está decidida a descubrir la verdad y el paradero de esa chica de la cual ni siquiera conoce su nombre.
En los papeles todo esto luce muy bien, pero no es la pantalla. La trama se torna increíblemente inverosímil, tanto desde su desarrollo, como las acciones de los personajes. Así, “La Chica del Tren”, una novela interesante cargada de suspenso y temas complicados como la maternidad, el alcoholismo y las manías, se convierte en un dramón protagonizado por mujeres insulsas, traicioneras y desesperadas, que nada tiene que envidiarle a la peor telenovela mexicana.
Teniendo tan buenas actrices y una premisa copada, Taylor no puede hilar una trama coherente, llena de baches y lugares comunes, que pone en el centro de la escena a tres mujeres bastante pavotas en relaciones machistas, abusivas y controladoras en pleno siglo XXI con tanta ligereza. “La Chica del Tren” molesta, no por su infinidad de errores narrativos, sino porque nos trata a los espectadores de idiotas.