Con adecuada ambientación para un film de suspenso, La chica del tren tiene una rebuscada trama que no está a la altura de las expectativas ni del potencial de la actriz principal, Emily Blunt. Desempleada, Rachel (Blunt) viaja todas las tardes en el tren que va de Manhattan al norte del estado de Nueva York; siempre desde la ventanilla, en cada viaje observa a Anna (Rebecca Ferguson) junto a su ex marido Tom (Justin Theroux), disfrutando del bebé que ellos no pudieron tener, a veces en brazos de Megan (Haley Bennett), la niñera, que vive con el posesivo Scott (Luke Evans) pero está enganchada con su analista Kamal (Edgar Ramírez). Una tarde, Rachel ve (siempre desde la ventanilla del tren) a Anna besándose con alguien que no es Tom. Rachel desciende a la estación y va en busca de Anna, que justamente sale de la casa y se mete en un túnel. Minutos después, Rachel aparece ensangrentada en su casa y la policía busca a Megan, que está desaparecida. ¿Pero a quién vio Rachel, realmente?, le pregunta la policía, porque Megan y Anna son muy similares… Como un film de Brian De Palma hecho a los apurones, La chica del tren es un thriller con un inesperado giro en el final, pero sin solidez argumental y personajes inverosímiles, apenas elaborados.