Rachel tiene varios problemas en su vida. Es mentalmente inestable debido al problema de alcohol que posee y aún no logra superar que su ex marido la dejara por otra y haya formado una nueva familia. Pasa su tiempo deambulando en el tren y fantaseando con una pareja que observa desde el mismo, proyectando en ellos su felicidad. Pero todo se derrumba cuando ve a la chica de su fantasía con otro hombre, y peor aún, cuando tras involucrarse de verdad en esta historia, la joven aparece muerta.
Nos llega la adaptación de la aclamada novela escrita por Paula Hawkins, que se perfilaba para ser uno de los films fuertes de estos meses previos a fin de año. Y por eso la decepción de varios, en especial aquellos que no leyeron el libro, es mucho mayor a la hora de ver este film.
Para quienes conocen el material original, hay que aclararles que muchos de los aspectos psicológicos que hacía interesante al libro y que volvía mucho más real y cercanas a Rachel, Megan y Anna, en la película se pierden ya que no son llevados a la pantalla, y por ende, la personalidad de las tres queda bastante diluida, y sus comportamientos terminan volviéndose injustificados, y hasta forzados para que funcionen en pos de que la trama avance.
Pero si desconocen la obra y van a ver sólo una cinta al cine, se encontrarán con muchas escenas del tipo “porque sí”. Todos los personajes terminan siendo casi risibles en sus actitudes y dando como resultado dos cosas que terminan por tirar abajo cualquier expectativa que se tenía por La Chica del Tren. La primera es que los personajes pasen a importarnos poco y nada; y segundo, que el caso policial en cuestión nos provoque risa en su resolución, y no asombro.
De todas formas, no todo es malo en La Chica del Tren. Las tres actrices principales logran sacar a flote una floja película, dándoles carisma a sus personajes pese a lo mal escritos que están. Tanto Rebecca Ferguson (es quien tiene el personaje menos trabajado) como Haley Bennett dan una buena performance; siendo esta última quien queda mejor parada de las dos.
Pero quien de verdad se carga el film a sus espaldas, y da pena ver que tenga una carrera tan irregular, es Emily Blunt. En ningún momento vemos a una actriz haciendo de alguien con problemas de alcohol, en todo momento vemos una alcohólica de verdad, y eso sumado al buen trabajo de maquillaje que hicieron con ella, nos da una actuación sólida, quizás hasta demasiado para lo poco que nos ofrece La Chica del Tren.
De la trama no revelaremos nada, ya que pese a estar mal llevada al cine, y volverla innecesariamente confusa, y hasta ridícula por momentos, tiene algunos giros que el espectador merece descubrir por sí solo.
La Chica del Tren es el claro caso de una novela interesante, mal ideada en su adaptación y que termina convirtiéndose en una pobre película. Es una lástima, porque había buen material original, y aún en sus falencias de guión, los actores están a la altura. Sólo recomendable si se es demasiado fan de Emily Blunt.