Un vagón de buenas intenciones
Con cada libro que se lleva a la pantalla grande (más aún, cuando se trata de un best seller enaltecido por la mayoría de la crítica y alabado por el público), surge nuevamente el debate eterno sobre si la película logrará igualar al menos la calidad establecida por lo escrito, y en algunos efímeros casos, superarla.
En esta ocasión el libro en cuestión, La Chica del Tren, de la autora Paula Hawkins, tuvo una excelente recepción, tanto en reseñas como en ventas internacionales, con lo cual la expectativa ante su adaptación al cine, se intensificaba cada vez más.
La tarea recayó en el director Tale Taylor, quien en Historias Cruzadas (The Help, 2011) ya había tomado contacto con el mundo femenino en demasía; un mundo donde las mujeres llevaban el relato y las cualidades personificadas, y donde los hombres eran tan solo un adorno en el guión. Algo de esto pasa también con la historia sobre esta chica del tren.
Emily Blunt da vida a Rachel, una mujer alcohólica, divorciada, sin rumbo establecido, quien todas las mañanas toma el tren hacia Manhattan. Dicho trayecto incluye en su recorrido pasar por delante de su ex casa, donde viven ahora su ex marido con su nueva mujer y su hija. Contigua a esta casa, una pareja, en apariencias perfecta, se deja ver a través de sus ventanas, y es con ellos con quien Rachel también terminará obsesionándose.
En uno de los tantos viajes, será testigo de una situación que cambiará todo, dándole un objetivo a esa vida tan vacía que lleva. Aquí es donde comienza un pseudothriller de suspenso, pseudo ya que en ningún momento se logra llegar a una instancia de suspenso per se, todo el argumento parece fluir lentamente hacia un desenlace esperado, dejando de lado el factor sorpresa.
Mucho de esto tienen que ver la construcción de los personajes, que se presentan demasiado planos para un argumento que proponía un enfoque más profundo desde el inicio. Tanto el matrimonio con el que se obsesiona la protagonista como su ex marido y actual mujer, son parte de una propuesta demasiado lineal.
Otro de los puntos donde la película no encuentra base certera es el ida y vuelta en el tiempo que propone: demasiados flashbacks alternando con el tiempo actual, llegan en un punto a confundir al espectador y no terminan de aportar claridad a una historia que se apoya demasiado en los problemas de memoria de su protagonista para justificar el desenlace final.
No obstante, La Chica del Tren logra su propósito inicial, que implica mantener el interés en aquello que se relata, haciendo foco en temas como el abuso psicológico dentro de una pareja, la los celos, la desconfianza, la violencia puertas para adentro y los límites que pueden quebrarse, a través una obsesión. El trabajo de Emily Blunt es sumamente efectivo, ampliando el espectro de versatilidad a los cuales ya nos tiene acostumbrados.
Posiblemente esta contienda encuentre victorioso el libro por sobre la película. De cualquier manera, la opción cinematográfica no descarrila, y logra salir airosa en el resultado final.