Basada en el best seller del momento, llevado al cine en tiempo veloz, La chica del tren es un thriller femenino que, como la novela -y como ha declarado su autora, Paula Hawkins- explota desde el policial básicamente hitchcockiano, todos los tema que pueden generar empatía y gancho contemporáneo. El voyeurismo de la gente sola, impulsado por las redes sociales y los mensajes de whatsapp, la reivindicación de lo femenino, La protagonista es Rachel (Emily Blunt), una mujer alcohólica que viaja en tren todos los días y desde allí observa a una pareja, la de Megan y Scott (justo pasa siempre cuando están haciendo el amor o casi). Como su marido Tom la dejó por la rubia Anna con la que tiene un hijo después de que ella cayera en el alcoholismo por no poder embarazarse, Rachel idealiza a los desconocidos. Como diario de una mujer borracha, rota, que no puede recordar qué hizo la noche anterior, La chica del tren tenía un potencial interesante, pero la película no lo explora. En cambio, acumula giros folletinescos en los que alterna situaciones de estas tres hermosas mujeres con idas y vueltas en el tiempo arbitrarias y, sobre todo, enemigas de la progresión dramática, del crecimiento del suspenso. Así como los nombres propios de los personajes, que también dividen los capítulos del libro, las escenas, como episodios de una serie, saltan a tres meses antes, uno, o "el viernes anterior", como si tal dato agregara algo. Cuando la rubia Megan desaparece, Rachel tiene todas las fichas para ser una sospechosa. Pero claro, con el rimmel corrido (borracha) o sin ojeras (sobria), deberá resultar una heroína tranquilizadora y su blackout, los huecos en su memoria, darán paso a la epifanía freudiana a la carta: basta con volver al lugar del trauma para que el mundo recobre su sentido. Quedan, por si el espectador distraído no lo vio venir aún, los personajes masculinos. En La chica del tren, los chicos conforman el mundo ideal de cualquier mujer heterosexual: sexys, atentos, enamorados, regalan flores y siempre tienen ganas. El folletín no ahorra truculencias y subrayados burdos en torno a la maternidad, tema que atraviesa a las tres mujeres con la fuerza de todos sus clichés. El resultado tiene un efecto paradojal: cuanto más melodramático e "intenso" se pone el relato, más mueve a la risa.
Suerte de continuadora de Perdida, basada en otro best seller de otra mujer, La chica del tren viene a confirmar la voracidad del mercado por el género "thriller con chica desaparecida". Una receta que lleva sexo, drogas o alcohol, sangre y mujeres bonitas. Todo en pequeñas dosis, apto para el consumo rápido, inmediato y volátil. Como un mensaje de WhatsApp.