Tengo la sensación que La chica del tren es una de esas películas en las cuales el término medio si gustó o no es muy escaso. O sea, o te gusta bastante o la odias.
A mí me atrapó y la disfruté mucho a pesar de que por momentos se me hizo un tanto larga.
Basada en el best seller homónimo de Paula Hawkins, la historia es un conjunto de mentiras y teorías que llevan al espectador por distintos estadíos en referencia a sus personajes y eso es algo muy bueno para destacar.
La transformación de Emily Blunt a base de tan solo ojeras y mala postura es genial por lo que vuelve a demostrar el por qué es una de las grandes actrices en actividad de este momento.
El resto del elenco es sólido y están todos en la misma sintonía pero debajo de la excelencia de la protagonista y al ver el desarrollo del personaje queda muy claro por qué había tantas actrices interesadas en el papel cuando se anunció el proyecto.
Tate Taylor, quien ya se había presentado al mundo con la nominada al Oscar The Help (2011) pero que se carrera no terminó de despegar, es el director y crea una buena atmósfera pero que es inevitable comparar con David Fincher y está claro que el realizador de Gone girl (2015) es muy superior.
La fotografía sombría y ciertos planos se ponen en servicio de la historia para causar sorpresas aunque por momentos da la sensación que se estiraron situaciones.
No se puede hablar mucho más sin spoilear así que solo voy a decir que si les gustan las películas de suspenso e intriga La chica del tren es una buena candidata y que posee una protagonista brillante.