La chica del tren

Crítica de Roberto Iván Portillo - Cuatro Bastardos

La chica del tren: Un viaje interminable hacia lo mismo.
Después de una larga espera se llevó a cabo el estreno de “The girl on the train” con la bella Emily Blunt como protagonista. El resultado nos deja un mal sabor de boca.
Es tétrico que se haya naturalizado las apuestas cinematográficas de Hollywood que actualmente se rigen por tres líneas: remakes, secuelas y adaptaciones que nadie pidió y quiere. Pero siguen convocando gente y, hasta que no deje de funcionar, no se dejará de explotar.
“La chica del tren” es otra película más de este montón de estrenos sin sentidos y coherencias que se viene haciendo hace años. La película nunca queda bien parada y se desperdicia todo el talento de Emily Blunt.
La historia cuenta como una mujer (Blunt) alcohólica de vida taciturna, post-divorciada que observa algo por la ventanilla del tren mientras viaja sin rumbo alguno y trata de ver cómo la vida de los demás se desenvuelve de forma jubilosa y alegre. Esa visión será una pista clave para descubrir un caso policial en que se verá envuelta esa misma noche y que intentará recordar varias veces ya que los efectos de la bebida la dejarán con nebulosas en la memoria. Una especie de “Ventana indiscreta” (1954) pero con en los ojos femeninos.
En la investigación quedarán enredados la pasajera, su ex esposo, la mujer por la que la dejó, un bravucón sediento de venganza y el psicoanalista quien se pierde en el medio de la narración.
La trama no solo se vuelve absurda y casi estúpida sino que el director, Tate Taylor, no se cansa de señalarte las huellas y los guiños para que entiendas a la perfección lo que está pasando (el tren, el túnel, la gota de agua, etc). Todo un condescendiente de primera.
Donde debería celebrarse el juego de miradas, triunfa el desenfoque y el tedio. El suspenso nos es fútil y efímero, no se logra empatía con los personajes secundarios que son demasiados huecos y banales.
No hay lugar para el espectador, para la sorpresa. O peor aún, va a un ritmo lento y despilfarro dejando la tensión afuera de todo el relato.
La oscuridad se apodera pero en la simpleza del guión a cargo de Erin Cressida Wilson (“Retrato de una obsesión”,2006), donde la única verdad para los personajes se rige en saber quién tiene la culpa de todo. Y la crítica hacia al machismo no se hace esperar, las piezas masculinas de esta obra son todos “malos” con las mujeres y abusivos tanto de forma oral como física. No hay bondad ni piedad en ellos.
Sin embargo, no todo está perdido, la actriz Emily Blunt (“Into the Wood”, 2014) iluminará la poca dignidad que puede tener el relato, con una actuación noble pero desperdiciada en esta obra que será para el olvido. Además, de un sólido Edgar Ramírez (“El libertador”, 2014), como el psicoanalista de la trama,que viene acechando buenas interpretaciones en los últimos años.
Durante las casi dos horas de cinta veremos sobreactuación, abusos de flash back, música fuera de contexto, personajes sin carisma y casi (por no decir nula) intriga de lo que está pasando.
Doy por sentado que los amantes del libro homónimo estarán decepcionados por su par en la pantalla grande. El film termina siendo un perfecto panfleto del post feminismo que estamos viviendo y que ya nos tiene un tanto harto de tanto parloteo y eco.
Mucho ruido, poco cine.