El despertar de una joven mujer que observa y aprende, estudia y elige, parte del desamparo y de a poco encuentra no solo su lugar de pertenencia, sino también su espacio ético. Lo que propone la directora Micaela Gonzalo, autora también del guión junto a Lucía Tebaldi, es mostrar el camino recorrido por una adolescente que parte del peor desamparo. Vivir en condición de calle, situación en la queda a la muerte de su madre. Como puede, con algún pequeño robo incluido, junto lo necesario para viajar a Río Grande en Tierra del Fuego, donde vive su medio hermano con quien no ha tenido prácticamente una relación. No hay afecto verdadero para comenzar una relación, si un principio de obligación, molestia y utilización para un hombre joven con tratos mafiosos y al margen de la ley, en paralelo a un trabajo en blanco, en fábrica que ensambla teléfonos, donde le consigue un puesto a la chica. El crecimiento de “la chica nueva” en manos de la talentosa Mora Arenillas, incluye toda la gama de sentimientos, el encontrar su propia voz en un rol casi sin palabras, pero siempre elocuente. Los apuntes de una realidad precaria, las protestas, la violencia, un fresco de un tiempo y una situación conocida. También es bueno el desempeño de Rafael Federman. Un film que une lucidez, profundidad y sensibilidad para una mujer en crecimiento.