Jimena es una chica que, como buena parte de su generación, vive sin posibilidades de progreso. Luego de la muerte de su madre y de quedarse sin casa, deambula por la ciudad con un destino tan lejano como utópico: llegar a Río Grande, donde vive su hermano, y lugar que a ella ilusiona con un futuro dentro de alguna de las empresas de fabricación y ensamblado de artefactos electrónicos. El viaje es largo, los apremios económicos son muchos, y el hermano de Jimena recibe con cierta frialdad a su huésped, con la promesa de brindarle techo por “unos días”. Con perseverancia, ella conseguirá trabajo en una de las tantas industrias en Tierra del Fuego.
Con un tratamiento común a otras películas que exploran la falta de posibilidades de la juventud, la singularidad de La chica nueva radica en vincular la mirada a los jóvenes con el entorno social de una fábrica (la cooperativa ex Audivic, donde tuvo lugar el rodaje), pero fundamentalmente explorar las relaciones entre humanos como de la construcción de la lógica del poder.
Micaela Gonzalo busca, de la mano sólidos trabajos de las actrices Arenillas y Anganuzzi, instalar la problemática del empleo de baja calidad existente en la Argentina, sustentada en un discurso de reivindicación obrera en esa fábrica que va al paro unida a una mirada al abandono de la juventud contemporánea. Lo consigue mediante una fotografía fría, el ulular del viento austral y una geografía que metaforiza -y agiganta- la soledad de sus protagonistas.